Todos los gatos son grises…
Era el fin de un día perfecto. Regresábamos al Cuzco
de una excursión a Machu Picchu, después de haber admirado tanta belleza,
llenos de energía y alegría, una veintena de jóvenes, hombres y mujeres de 18 a
25 años, conversando y cantando en el tren, casi todos parados porque habíamos
conseguido muy pocos asientos. Mi enamorada estaba cerca a mí, pero apenas la
veía en la penumbra de esa noche. Llegamos al túnel y se hizo la oscuridad
total. En la algarabía que se formó, aproveché de los dos minutos de oscuridad
que nos iba a proporcionar el túnel, avancé y tomé a mi enamorada por el talle
y la besé, apresuradamente, antes de que llegue la luz. Ella correspondió con
furia, pasión. Fueron el beso y las
caricias más apasionados, como si en ese beso se condesara toda una vida. ¡No
se imaginan lo que puede pasar en dos minutos!
Estaba por terminar el túnel y me separé rápidamente dando un paso
atrás, para disimular, al mismo tiempo escuché a lo lejos, al fondo del tren, la
voz de mi chica.
-
Juan, ¿Dónde te has metido? Ven…
¡¿Cómo,
con quién me había besado??!!!
Hasta
ahora me lo pregunto.
Total…
¡de noche todos los gatos son grises!
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