26 may 2014

Quillabamba - 3 Yolanda y las hormigas


Yolanda y las hormigas
- Quillabamba se encuentra en el valle del Vilcanota que tiene una extensión aproximada de 200 kilómetros. En él  y en los valles y quebradas de sus afluentes existen 140 de las 700 haciendas cuzqueñas, en las cuales hay pequeños agricultores como feudatarios.  Son 20,000 parcelas cuyos planos tenemos que levantar para poder adjudicárselas a sus posesionarios. Algunos propietarios cometieron serios abusos con los feudatarios y la presión que han hecho los campesinos ha motivado estas medidas correctivas del Gobierno. Por eso estamos aquí. Juan, tú te vas a encargar de establecer una red geodésica para amarrar a ella todos los levantamientos topográficos.  Haz una lista de tus requerimientos de material, equipo y personal.
¡Dios santo!  Mi primer trabajo serio y me encargaban la geodesia, una de las ramas más difíciles de la ingeniería.  Acudí inmediatamente a mis libros.  Un profesor nos enseñó en la Universidad: - “Aquí les educamos la mente para aplicar con criterio conocimientos básicos.  La ingeniería civil es la madre de las ingenierías y es muy extensa, pero para eso están los Manuales y los libros técnicos.  Allí están todas las recetas del “como”.  Un buen ingeniero es como un buen cocinero, solo debe tener criterio y consultar las recetas necesarias”.
Mi trabajo consistiría en armar una cadena de triángulos sobre el terreno, esto es poniendo hitos de concreto y banderolas en la cima de cerros y midiendo los ángulos de estos triángulos con teodolito de precisión.  A esos hitos se iban a amarrar todos los levantamientos.
Lo primero que tenía que hacer era un reconocimiento del lugar, es decir subir, a algunas cumbres y hacer un perfil de los posibles puntos a elegir, de acuerdo a visibilidad y distancias.
Mi primer ramal de la cadena de triángulos era de Santa Teresa a Santa María, que fue parte de la hacienda Huadquiña y comprendía la quebrada de Chaupimayo, zona donde fue capturado Hugo Blanco, dirigente campesino que llegaría a ser congresista de la República.   Alfredo Romainville, un gamonal abusivo y a la antigua, fue su último dueño, su hacienda fue la primera afectada por la Reforma Agraria en el Cuzco.  A su muerte, todo su patrimonio fue heredado por Elvira Romainville que, a pesar de tener más de 80 años, se casó con Voter, un joven de 20, que tiempo después la internó como demente en el Hospital Larco Herrera, quedándose con su inmensa fortuna.
Me alojé en la antigua casa hacienda, me dieron el dormitorio principal, con un amplio ventanal que daba a un patio tipo colonial, con portales y una noria.  Al centro estaba clavado un tronco de dos metros. 
El viejo Villena era el ingeniero residente, jefe de la Unidad, me contó que allí amarraban a los campesinos castigados, untados de miel de chancaca, para que las hormigas carnívoras acabaran con él.  Romainville trataba a los campesinos como esclavos.  Los “arrendires”, por cada topo de tierra que les concedía en uso el terrateniente, tenían que pagarcondición”, como seis días de trabajo en la hacienda y un mes de “pongueaje”.  El “pongo” era prácticamente un esclavo.  Podía ser cocinero, lavandero, mensajero, enviado a los nevados a traer hielo, o al Cuzco a traer carga.  La mitani era el mismo servicio del pongo, pero para la mujer.  El patrón las escoge entre las más jóvenes para que se ocupen de la cocina, lavado y  con mucha frecuencia, para el refocilamiento del mismo gamonal o sus hijos.
Enrique Domanski, un ingeniero agrónomo compañero de trabajo,  era hijo de un hacendado de Paucartambo, y por él conocí los usos, abusos y costumbres de muchos terratenientes.  Cuando le pregunté si era cierto el “derecho de pernada” me contó que efectivamente, cuando había un matrimonio entre los campesinos, el patrón cobraba su derecho “desvirgando” a la novia.  Me contó que cuando cumplió 15 años su padre le regaló una mitani, indiecita de quince años, virgen, para que se inaugure como hombre y que después reemplazó a su padre para cobrar el derecho de pernada, desflorando a las hijas de los feudatarios antes de que las entreguen en matrimonio, hasta que ingresó a la universidad.
El caso del niño Abelito que figura en el expediente del juicio a Hugo Blanco es típico.  El hacendado Menacho ordenaba que le llevaran a su casa en el Cuzco, a una mitani para el servicio de su hijo - el “niño Abelito” -, la que era devuelta cuando quedaba embarazada, para ser reemplazada por otra.
Un día se produjo un amago de incendio cerca de un depósito de hojas de coca en una hacienda de Romainville.  Éste culpó al colono Melquiades Bocángel de ser el responsable del amago y, haciendo justicia con sus propias manos, hizo desnudar al inculpado, lo colgó de un árbol de mango y procedió a flagelarlo en presencia de toda la gente de la hacienda “como ejemplo y advertencia”.  El cruel castigo hubiera continuado si los propios hijos de Romainville no se arrodillan y llorando piden el perdón del presunto culpable.
El colono Cirilo Guzmán fue comisionado para conseguir un caballo y cargar un saco de café de 6 arrobas.  Como Guzmán no consiguiera el caballo, Romainville le hizo colocar el aparejo de animal como si fuera bestia de carga, le puso encima el saco de café, luego, haciéndolo caminar en “cuatro patas”, lo obligó a dar vueltas alrededor del matucancha, que es el patio para secar los productos.  Para que caminara más de prisa lo azotaba fieramente sobre espalda y piernas.
Hernando Vílchez quedó inválido por los maltratos inferidos por Romainville,  apodado el “Monstruo de la Convención” que unía a su crueldad el sadismo y la sevicia.  Un día, acompañado de su hermano y Esteban Góngora, fue a la casa de la tía de éste, ordenó a su hermano que la violara y luego, revólver en mano, obligó a Góngora que violase a su tía. En Cochabamba, a una mujercita la castigaron de tal forma con agua hirviendo y palmetazos en ambas manos que los médicos de Quillabamba no tuvieron más remedio que amputárselas.
Romanville estuvo coludido con las autoridades.  Hizo detener a los dirigentes que organizaron el Sindicato de Campesinos de Santa Rosa y Chaupimayo, y estuvieron presos dos años.
El castigo físico y hasta la muerte eran derechos que se mantenían respaldados por una guardia personal armada y la autoridad policial.  Hasta el ejército se encargaba de mantener el orden público, acallando cualquier reclamo o rebelión de los campesinos.
La presión campesina contra los abusos de algunos hacendados fue tal que las soluciones planteadas por el Gobierno de Belaunde fueron bien recibidas por muchos de ellos.  Los ingenieros y técnicos de la ONRA (Oficina Nacional de Reforma Agraria),  fuimos, poco a poco, aceptados tanto por los campesinos como por la gran mayoría de los propietarios.
De acuerdo con el viejo Villegas y con su apoyo, establecí mi campamento en la quebrada de Chaupimayo y empecé el reconocimiento del terreno elaborando los croquis básicos para proceder al trabajo.
Cierta vez, cuando subía a un cerro de la quebrada por un sendero escarpado, me encontré una línea oscura que lo cruzaba.  Miré con más detenimiento y descubrí que era una columna de grandes hormigas que transportaban unas semillas oscuras del tamaño de una uña.  Intrigado, me aparté del sendero y seguí la columna por unos cien metros, hasta una amplia cueva.  Al entrar, me choqué con otra persona que seguramente había seguido mi mismo impulso  llevada allí por su curiosidad.
- ¡Disculpe! - exclamé sorprendido al notar que era una bella mujer, rubia, opulenta, simpática,  sonriente.
- ¡Hola! - contestó, también sorprendida, - ¿quién eres tú?
- Soy Juan, ingeniero de la ONRA.  Estaba haciendo un reconocimiento de terreno cuando vi las hormigas y picado por la curiosidad, las seguí hasta aquí.
- Yo soy Yolanda, mucho gusto.  Vivo al frente, en Maranura. 
- ¡Yolanda!  ¡Qué bonito nombre!  Y ¿sabe lo que significa?
- No sabía que mi nombre tuviera algún significado.
- Proviene de dos vocablos griegos que significan “violeta” y “país o nación”, así que Yolanda significa “mujer del país de las violetas”.
- ¡Que interesante! Y ¿tú como sabes eso!
- Porque a mí siempre me gustaron las violetas, las flores… claro.  Su aroma es mi preferido.  Un día se me ocurrió consultar un diccionario antiguo de mi abuela y encontré que en griego, Ion significa violeta y laos, país, y Yolanda significa “del país de las violetas”.
- No lo sabía, y me agrada mucho saberlo.  A mí también me gusta el perfume de violetas.
- ¿Y qué está haciendo sola por aquí?
- Estoy aquí porque desde niña vengo de vez en cuando acá a buscar orquídeas.  También vi las cuquis y me dio curiosidad.
- Leí a Mauricio Maeterlink en “La vida de las Hormigas” y dice cosas asombrosas de ellas.
- ¿Cosas, como qué…?
- Sus sociedades se caracterizan por los trabajos especializados: las obreras, los soldados, las guardianas, los machos, las reinas.  Además por la comunicación entre individuos y la capacidad de resolver problemas complejos.  Su organización, sus construcciones, sus crianzas, sus cultivos.  ¿Sabías que a las colonias de hormigas se les considera como un superorganismo, es decir, tienen una comunicación precisa entre ellas para trabajar y vivir en función a la colonia, como si fueran una sola mente? ¿Sabías tú que algunas especies crían pulgones en unos establos con hormigas guardianas que evitan que escapen,  los ordeñan para alimentar a sus hormigas reinas y a las larvas, y otras cultivan hongos para alimentarse? ¿Sabías que construyen especies de ciudades, con entradas resguardadas, áreas de descanso, áreas de depósito, guarderías de larvas, etc.
- ¡No te creo!  A ver.  Vamos a mirar si es cierto.
Nos internamos en la cueva y efectivamente, vimos a las obreras transportando semillas, hojas, granos, pequeñas ramas.  A los costados de las filas estaban las hormigas soldados, de grande tenazas, que evitaban que las obreras se aparten del grupo. La ciudad de las hormigas, externamente, tenía calles tapizadas por semillas planas que daban a unos agujeros donde seguramente estaban las áreas de uso especializado. También encontramos varios corralitos con pulgones blancos, gordos, pastoreados por hormigas guardianes.
Estuvimos largo rato echados sobre el suelo, observándolas y comentando.
Su proximidad me enervó.  Al estar echada boca abajo me mostraba sus senos.  Al rozarme, sentía el calor de su cuerpo.  No pude evitarlo, inconscientemente deslicé mi mano por la curva de su cintura sintiendo a través de la seda de su vestido la suavidad y calor de su piel.  Se incorporó sorprendida.
- ¡Qué pasa! - preguntó.
Me sacudí como saliendo de un trance, sorprendido también.
- ¡Disculpa, por favor!  Te juro que fue involuntario.
Se sonrió comprendiendo mi turbación. Era de mi edad o mayor, pero tenía mucho más mundo que yo, que era solo un muchacho tímido e inexperto.  Así lo comprendió.
- No te preocupes - me dijo - ¿tienes novia, enamorada?
- ¿Yo…? No.
Una pícara sonrisa de simpatía brilló en su rostro.
- ¿Alguna vez has estado con una mujer?
Me sonrojé.  No me atrevía a contestarle.  Ella tomó mi mano y acercó su cuerpo al mío.
- Si vieras tu cara. Estás asustado. Tranquilízate.  No tengas miedo.
Fue demasiado para mí. La abracé e intenté besarla.
- ¡Hey, hey, para la mano! - me dijo. - Eres un muchacho muy tierno y atractivo, pero no te apresures, antes tienes que aprender algunas cositas de nosotras, las mujeres.
Estaba avergonzado.  Había perdido el control y seguía excitado.
- Mira Juanito, te voy a enseñar algunas cositas que te van a hacer más hombre.  Es “como tratar a las mujeres”, como darles lo que quieren sin imponer lo que tú deseas.  Es acomodar tu voluntad con la de ella.  Ven, te voy a enseñar cómo se besa, tú no hagas nada.
Se acercó a mí, puso su mano en mi nuca y suavemente tocó mi boca con su boca. Sentí algo muy especial, y no era pasión sino… ¡ternura!
- ¿Entendiste? Regla número uno: La ternura precede a la pasión.  A ver, repitamos la prueba.
Esta vez fui yo quien la atrajo suavemente y no la besé, la abracé como a una niña, acaricié su pelo, sus mejillas, tomé su cara entre mis manos, sonriendo la miré a los ojos y la besé delicadamente en la punta de la nariz.  Ella no esperaba esto y se turbo,  bajó la mirada, escondió su rostro en mi pecho y me abrazó, fuerte, sin decir una palabra. Después, lentamente se separó, con voz muy dulce me dijo, tomándome de la mano:
- Juan, eres muy tierno… Vamos, que va a empezar a oscurecer.
Bajamos en silencio hasta la entrada al pueblo.  Me apretó la mano, despidiéndome.
- Juanito, has sido un alumno muy aplicado.  Hasta mañana.
Todo esto era una experiencia nueva para mí.  Mi trato con mujeres siempre había sido torpe: me intimidaban.  Yolanda era diferente a las mujeres que había conocido.  Sensual pero sencilla, franca, sin perjuicios, alegre, amistosa.  A pesar de lo poco que conversamos nos habíamos hecho amigos. Sentía que me había otorgado su amistad gratuitamente.
Al día siguiente, después del trabajo, volví a la cueva con la esperanza de verla, y… en efecto, estaba allí, concentrada leyendo un libro.
Me acerqué por su espalda y vi que leía: rimas de Bécquer. Silenciosamente, me alejé unos pasos y engolfando la voz, empecé a recitar:

"Volverán las oscuras golondrinas,
de tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a tus cristales,
jugando llamarán...”

Volteó la cara sorprendida:
- ¡Juan!  No me digas que te gusta la poesía ¿nó?
- Claro que me gusta la poesía.  Bécquer era uno de mis poetas predilectos. Te podría recitar muchos versos de él - y continúe declamando.
Ella me contestó con otra rima de Bécquer y esto se convirtió en una contienda hasta que me rendí, casi agoté las rimas conocidas y ella siguió recitando, feliz de su triunfo hasta que agotada se sentó riendo a mi lado.
- Te gané, exclamó. Ya agotaste tu repertorio. Se acabó tu poesía

- “No me digas que agotado su tesoro,
De asuntos falta enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas pero siempre
Habrá poesía

- contesté
- Esa no la conocía, es muy bonita - dijo enternecida, mirándome los ojos.  Aproveché el momento para completar la rima mirándola en los ojos:

-“Mientras haya unos ojos que reflejen,
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando,
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso,
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía! 

No necesitamos más, nos juntamos lentamente, cerrando los ojos, y nos besamos largamente, dulcemente.  Luego nos separamos asustados por nuestra temeridad.  Avergonzados por habernos dejado llevar por el romanticismo en exceso.  Quedamos un rato en silencios, sin mirarnos, contemplando a las hormigas.
La dejé en la puerta de su casa.  Estaba sola, sus padres en la hacienda, sus hermanos en el Cuzco, en el colegio.  Regresé cambiado al campamento.
 Durante un mes nos volvimos a encontrar tarde a tarde en la cueva de las hormigas y conversábamos.  Ella me enseño a conocer a la mujer, admirarla, sentir su feminidad, respetarla y quererla.  Y también me enseñó algo muy valioso:  La amistad.  La amistad es un amor sin compromiso, sin perjuicios, sin cadenas, sin condiciones, sin límites.  Cuando abandoné la zona nos despedimos felices porque nos habíamos hecho amigos y sabíamos que nos volveríamos a ver y seguiríamos siendo los mismos. 

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