31 dic 2011

Pishtacos

Pishtacos


24 de junio de 1999, día del campesino, día de San Juan, el día más frío del año.  En Lacco, pequeño pueblo de Ayacucho, como en toda la región andina, este día se celebra saliendo al campo y encendiendo grandes fogatas (los fuegos de San Juan) que duran toda la noche, alrededor de las cuales se agrupan jóvenes y viejos para escuchar narraciones de historias y leyendas rurales mientras calientan sus cuerpos con el tradicional “quemadito”  (aguardiente con cáscara quemada de naranja) y con las mistelas (vino caliente con  frutas y clavo de olor) calmando su hambre con el cancachu (carne seca tostada), el pushpu (mote de habas), la cancha (maíz tostado) y queso.
Ese día llegan al pueblo los estudiantes, universitarios, trabajadores, profesionales, y otros,  muchos de ellos residentes en el extranjero, en la capital o ciudades importantes, para celebrar la fiesta del pueblo.  Muchos, sobre todos los jóvenes, deseosos de reconocer sus raíces y reafirmar su cosmovisión andina en este reencuentro con su terruño.
En la década del 60, en el Perú habían desaparecido las grandes haciendas y con ello termino el feudalismo.  Anteriormente las haciendas eran explotadas gracias a la mano de obra de los feudatarios, existiendo, rezagos de la colonia, un sistema de explotación irracional y abusivo de los campesinos.
- Abuelo, ¿cuántos años tienes?
El “abuelo” era el patriarca del pueblo y presidía la reunión alrededor de una gran fogata.  A pesar de su avanzada edad seguía trabajando en el campo con una fortaleza envidiable.  Era una fuente inagotable de información, su gran memoria aunada con su facilidad para el relato, hacía de él el personaje central de estas reuniones anuales.
- Yo nací en la época de Leguía, el mejor presidente que ha tenido el Perú, que fue injustamente acusado y condenado muriendo en la pobreza y la ingratitud. Nací en 1930, en La Convención, en una gran hacienda.  Era un feudatario y pagaba mi pongaje al igual que muchos otros.
- Cuéntanos como era eso del “pongaje”.
- Para usar un pequeño pedazo de tierras, los campesinos teníamos que hacer el pongaje 15 días al mes.  El pongo era como un esclavo que servía como peón o como doméstico, controlados muchas veces a fuerza de látigo por el capataz.  La mujer, era mitani, como el pongo.  El patrón la escogía entre las más jóvenes para limpieza, lavado, cocina y, frecuentemente para su placer personal.
- ¿Y cuánto te pagaban por su trabajo?
- Nada.  Nosotros pagábamos además con parte de nuestra pobre cosecha.
- Y las mujeres ¿no se resistían al ser abusadas? 
- El patrón tenía  su propio ejército de matones y controlaban cualquier reclamo con la tortura, hasta con la muerte.
- ¿No denunciaban ustedes esto maltratos a la policía?
- Las autoridades estaban pagadas por el gamonal.  El amo tenía el “derecho de pernaje” que consistía en el derecho de desflorar, quitar la virginidad a las jóvenes.  En una oportunidad, una niña abusada lo llevó a juicio en el Cuzco, pero el juez le dio la razón al patrón y retuvo un tiempo en prisión a la demandante.
- ¿Cómo fue que llegaste a Lacco?
- A los 18 años yo estaba en amores con Imelda, una linda puka-polleracha de 14 años. Una noche que llegaba a visitarla, escuché unos gritos y corrí hasta su cuarto.  Abelardo Mendiola, el hijo del patrón, estaba violando a mi Imelda.  Cuando llegué a defenderla, el capataz que estaba vigilando, me dio un fuerte golpe en la cabeza y me desmayé.  Cuando desperté encontré a Imelda muerta, con el cuello quebrado.  La abracé llorando, no sé cuánto tiempo, hasta que sentir venir gente.  Me asomé a la ventana y vi a la luz de la luna, a unos policías llegando.  Inmediatamente me di cuenta de lo que sucedía: me iban a acusar de haberla matado.  Sin pensarlo dos veces, escapé por la puerta trasera.  Dejé a mis padres y hermanos me seguí alejando, recorriendo pueblos hasta que llegué a Lacco.  Me gustó y aquí me quedé.  Nunca regresé a la hacienda.  Aquí trabajé, hice un pequeño capital y compré unas tierras, me volví a enamorar, tuve hijos, nietos y bisnietos, algunos de los cuales están presentes.  Es la primera vez que cuento mi historia y espero que no se escandalicen.
Los presentes quedaron pensativos.  No se habían imaginado la historia de amor y violencia de la juventud del abuelo, una persona tan sabia y bondadosa. Pasaron las ollas con cancha y queso y la botella con “quemadito” mientras comentaban el relato.  La reunión se fue animando, y llegó la guitarra y la quena y comenzaron los huaynitos.
Huaynitos melancólicos (Adiós pueblo de Ayacucho, Caminito de Huancayo), románticos (Lunarejita, Ojos azules) y pícaros (Picaflor tarmeño,  Puka polleracha) le dieron alegría al ambiente y al llegar las 12 de la noche el natural cansancio los hizo regresar a la fogata y volvieron a correr las botellas de mistela y quemadito.  El abuelo volvió a ser solicitado.
- Abuelo, son las 12, cuéntanos algo de miedo, como para esta noche…
- Bueno, bueno… Les voy a contar una historia que sucedió en este pueblo antes de que tú nacieras.  Se trata de los pishtacos.
- Que son los pishtacos, abuelo.
- En quechua, pishtay significa “cortar en tiras”.  Los pishtacos son bandoleros que andan por los caminos buscando a sus víctimas, hombres o mujeres  solitarios.  Los matan, los cortan en tiras, les sacan la grasa para venderla y hasta se los comen como chicharrones. 
- ¿Se comen los chicharrones?  ¡Huy, que miedo!  Y ¿a que saben los chicharrones? 
- Dicen que la carne del hombre es muy parecida a la del chancho, hasta más rica porque es un poco saladita.
- ¿Tú la has probado abuelo?
- Sí, una vez, pero no les voy a contar cómo. 
- ¡Huy!  ¡Qué miedo, abuelo!  Pero solo son cuentos,… ¿los pishtacos no existen, verdad?
- Bueno, les voy a contar lo que ocurrió hace muchos años.  En los periódicos de la capital salieron noticias espeluznantes.  Habían aparecido pishtacos en esta región.  La gente se asustó.  En Ayacucho, en las noches, la gente hacía rondas, encendiendo fogatas en las esquinas, por temor a la entrada al pueblo de los pishtacos.
- Y aquí, en Lacco, ¿cómo se tomó la noticia?
- También se asustaron, aunque la noticia más comentada era la violación de Silvia, la muchacha más bonita del pueblo, acusando  a Abelardo, el hijo del Prefecto.  Silvia y su hermano Pedro vinieron a pedirme consejo.  Por experiencia sabía que su demanda de justicia no iba a prosperar  y les di otros consejos.  Por supuesto, terminaron acusando a Silvia de haberlo provocado y a él no le pasó nada.  Pedro juró venganza.
- Pero, ¿Qué hubo de los pishtacos?
- ¡Ah!  Sí.  Una semana después Arturo, el enamorado de Silvia y Pedro, dijeron que habían visto rondar el pueblo a un forastero blanco, alto, de ojos azules y con barba, con la cara medio tapada por un sombrero.  La gente se asustó y también pusieron rondas y fogatas nocturnas.  Nadie salía solo del pueblo.  Justo llegaba la fiesta de San Juan.  A Silvia, que me visitaba todos los días, le gustaba mucho conversar conmigo; me dijo que me preparara porque para la fiesta iba a preparar unos chicharrones deliciosos.  Había estado engordando hace tiempo a su chanchito Porkito, preparándolo para este día.  Un día antes, el 23 en la mañana, los encontré a Silvia, Pedro y Arturo que se iban a su huerta, donde tenían a su chanchito Porkito, para beneficiarlo.  Me hicieron prometer que estaría a las 12 de la noche para comer los chicharrones.
- ¿Salieron al campo a hacer fogata, como ahora?
- No.  Esa vez hicimos la fogata en la plaza principal, por miedo a los pishtacos y porque estaba presente el Prefecto.  Su hijo Abelardo no se presentó, seguramente estaba con mujeres y amigos, en una orgía, como acostumbraba.  Además nadie lo extrañó.  Acompañé a los principales - el Prefecto, el Comisario y el Párroco - en el banquete: pastel de papa, rocoto relleno y los exquisitos chicharrones invitados por Silvia. Los principales se dieron un gran atracón alabando mucho a los chicharrones.
- ¿Te hicieron contar historias?
- Sí, y como los pishtacos estaba de moda, conté solo historias de pishtacos.
- ¿Y qué pasó después?
- Nada, seguimos conversando hasta las 3 de la madrugada, cuando todos nos retiramos a dormir.
- Pero la historia no puede terminar allí.
- No termina allí.  Dos días después, encontraron la cabeza del hijo del prefecto en una estaca, cerca del cementerio.  Llegó la policía de la capital para hacer las investigaciones, la víctima era importante: el hijo del Prefecto.  En una cabañita de pastores abandonada, encontraron una lata con manteca humana y una canasta con los huesos y las vísceras, pero extrañamente no encontraron las carnes.  Era un típico crimen de pishtacos.  Se hizo el informe policial y un operativo barriendo el valle con la esperanza que el Pishtaco - tenían su descripción - no se hubiera escapado.  Al final no encontraron nada.
- ¡Ufa, abuelo!  Ahora sí creo en los pishtacos.
- Si quieren convencerse, vayan al cementerio y verán lo que dice una lápida: “A mi amado hijo, Abelardo Mendiola, víctima de los pishtacos”.  El viejo murió un año después, solo y sin amigos.
- ¡Abelardo Mendiola!  ¿No era ese el hijo del patrón, violador y asesino de Imelda, cuando eras joven?
- Sí, por extraña coincidencia, 20 años después de que huí de la hacienda, el patrón fue nombrado Prefecto de Lacco.
- ¿No te reconocieron?
- Para ellos los pongos son invisibles, no tienen identidad ni  rostro.  Quizá ni recordaban lo que ocurrió.
- ¡Abuelo!  ¿No me dirás que tú…?
- Yo no...  Lo juro.  Lo que sí puedo contarles es que un mes después, Silvia se casó con Arturo y nos invitó en su boda un exquisito plato de chicharrones preparado con su engreído Porkito.
- Entonces, ¿los chicharrones de la fiesta de San Juan…?
- Sí, y la verdad es que estaban un poquito salados.

-o0*0o-

20 dic 2011

Caminito de Huancayo






Caminito de Huancayo

“Caminito de Huancayo 
bordeadito de retamas, 
cuántas veces he llorado 
bajo la sombra de tu ramas. 

Tú dirás que estoy llorando,
tú dirás que estoy sufriendo,
no lloro ni tengo pena
mejor vida estoy pasando.
(Huayno regional)


En  Agosto 1954, con mis frescos 16 años, me di un paseo por Huancayo con Carlos, amigo del colegio.  Estudiantes de cuarto año de secundaria, habíamos ahorrado nuestras propinas para conocer la famosa “Feria de Huancayo” y las “Fiestas de Santiago” donde los campesinos ataban cintas de colores a las orejas de sus animales.
El viaje en tren, increíble, pasar de la costa a la sierra en tres horas, de 0 a 5000 metros de altitud, en un ferrocarril que pasaba 57 túneles y 67 puentes, entre ellos el puente del Infiernillo, caminar en la nieve, conocer Ticlio, la estación ferroviaria más alta del mundo, a 4900 msnm. y llegar a un amplísimo valle interandino, el Mantaro.
La feria impresionante: en la calle Real se ubicaban los campesinos con sus productos de pan llevar, tejidos, mates burilados, retablos, el mote, el puspu, los choclos, las truchas.  Variedad de variedades.
La Feria había sido itinerante, un día en cada pueblo y el domingo en Huancayo.  Seguir la Feria nos permitió conocer Concepción, su convento y observatorio, participar en  tumbamontes, probar las pachamancas, ver la famosa pelea de cóndor/toro, sentarnos alrededor de fogatas calentándonos con “el quemadito” y escuchando las leyendas populares en boca de los más ancianos de la aldea, matizado todo esto con huaynos de la región como el Huarancayo de mis penas, de Junín soy por vida, Lunarejita, Caminito de Huancayo, Picaflor Tarmeño…
Fue la víspera del regreso cuando viajamos a Chupaca - un sol el pasaje - sobre un maltrecho camioncito que se parecía al tren macho (sale cuando quiere, llega cuando puede), como si fuéramos ganado.  Al llegar al puente de la Mejorada, tuvimos que bajar porque no soportaba el peso de un camión; caminamos la media legua restante. 

En Chupaca, la feria estaba en todo su apogeo, bailes típicos, concurso de orquestas folclóricas, pachamancas, ríos de cerveza y chicha y, al final, salimos disparados para agarrar sitio para ver  las corridas de toros.  Conseguí un lugarcito en una esquina y perdí de vista a mi amigo.  Un torero traído de Lima dio su espectáculo, muy aplaudido por el público, luego el gran carnaval.
Soltaron becerros bravos y saltaron los valientes toreros espontáneos a la arena (bien licoreados).  Improvisaban capotes con sus ponchos para hacer lances inverosímiles o escenas cómicas, eran arrastrados colgados de la cola de los becerros o escapaban a los burladeros perseguidos por los toros.  Algunos eran cogidos, sin consecuencias: las astas estaban limadas.  El jolgorio era general.  Me encontré con Carlos y decidimos que ya era hora de regresar a Huancayo.
Nos incorporamos a un grupo que estaba por salir y emprendimos el retorno.  Carlos se adelantó con el resto de la gente mientras yo me quedaba pañando nísperos en un árbol al borde del camino. Los nísperos estaban riquísimos y yo con un hambre canino, así que demore más de la cuenta.  Al terminar, me encontré solo en el camino y estaba oscureciendo; con un poco de temor, reemprendí la marcha.
Pasé por una choza donde había cuatro hombres bebiendo chicha y riendo estruendosamente.  Mientras pasaba de reojo, vi a uno que se levantaba y salía caminando tras de mí.  Comencé a preocuparme, recordé que me habían contado de asaltos a turistas y recomendado que nunca camine solo.  Y, por desgracia, tenía en mi bolsillo todo mi dinero.
Mi preocupación se convirtió en miedo cuando vi de reojo, entre los árboles y arbustos,  que el hombre me estaba adelantando por un sendero paralelo al camino principal.
 Poco después vi al mismo hombre, que me había sobrepasado, caminando  amenazadoramente  en mi dirección.  Cobré valor y con la mirada en alto me acerqué a él y le supliqué:
- Señor, por favor.  He perdido toda mi plata y no tengo un centavo para regresar a Huancayo.  ¿No me podría hacer el favor de regalarme un solcito?  Dios se lo pagará.
El tipo soltó una exclamación de disgusto y mascullando palabras en quechua, se alejó hacia su choza.  Después de serenarme –me temblaban las piernas- corrí hasta encontrar al grupo.
- ¿Dónde te habías metido?  Me estabas preocupando, ya iba a regresar a buscarte.
- No, es que me demoré comiendo unos nísperos.  Apura, el camión nos estará esperando.

-o0*0o-


18 dic 2011

La historia de Agar



La historia de Agar
 - Cálmate Roxana, serénate por favor, - decía Carmen a su amiga que lloraba desconsolada sobre su hombro - ¿qué te sucede, por qué ese llanto?  Vamos, yo soy tu amiga de toda la vida, ¿no me vas a contar lo que está pasando?
Habían sido amigas desde la infancia, vivieron en el mismo barrio, habían estudiado su primaria y secundaria juntas. Carmen estudió para Arquitecta y luego se casó con un antiguo compañero de colegio, del cual estaba divorciada.   Roxana se hizo Maestra y se casó con Pedro, próspero empresario.  
- Mi matrimonio es un fracaso - dijo Roxana - tú sabes cómo quiere Pedro a los niños y tenemos seis años de casados y no le puedo dar un hijo.
- Pero hija, eso puede solucionarse, consulta con médicos.  Hay clínicas especializadas en infertilidad…
- Claro que hemos hecho eso y mucho más.  Hemos probado curanderos, medicina natural y tantas cosas.
- ¿No será tu marido el que está fallando?
-  No, él se hizo exámenes de esperma y está bien.  Últimamente fuimos donde el doctor Quiroz, que es mejor especialista en la materia y después de muchos exámenes encontró que yo tenía ovario infantil y malformaciones físicas internas y nunca podría concebir.
- Está bien, tranquilízate.  Invítame un té y vamos a conversar.
Se sentaron a la mesa y tomaron un “té franciscano” acompañado por galletas, pancitos caseros, mermeladas, mantequilla, jamón y todos los enemigos de la silueta femenina que se puede imaginar. Roxana estaba triste pero calmada y Carmen trataba de animarla.
- Y Pedro, ¿qué opina, qué piensa hacer?
- Está desilusionado.  No me dice nada sobre eso pero yo sé que está muy afectado.
- ¿No han pensado en adoptar una criatura?
- Le dije a Pedro pero contestó que el soñaba con un hijo de su sangre para hacerlo como él.  Que el adoptar era como jugar a la lotería, qué podíamos esperar de un niño si no sabíamos si era hijo de una prostituta o de un delincuente, con cuántos defectos heredados podría cargar.
- No, yo no creo en eso.  La educación familiar hace al individuo.  Los malos hábitos no se heredan.
- Yo también pienso en eso, pero Pedro no.
Conversaron largo rato sobre el asunto, luego quedaron ambas pensativas, reflexionando sobre el caso.
- Tengo miedo que Pedro se busque otra mujer.  Lo noto medio extraño, además está llegando tarde a la casa con el pretexto del trabajo.
- Te voy a contar un secreto.  Una tarde recibí una llamada anónima contándome que mi esposo tenía una amante y donde se iban a reunir.  Fui a espiarlo al lugar que me indicaron y lo vi muy cariñoso con su secretaria tomándose un trago en un bar, luego los seguí hasta un motel donde entraron.
- ¡No te lo puedo creer!  ¿Y tú qué hiciste?
- No sabía qué hacer así que decidí tomarme un trago fuerte para cobrar valor.  Regresé al bar donde los vi, me senté a la barra y pedí un coñac. Sin pensarlo dos veces, sequé la copa de un solo trago.  Me quedé sin aire, me estaba quemando por dentro, se me salían las lágrimas.  Recuperé el aliento pero quedé llorando como una tonta. Un tipo bien plantado, me ofreció su pañuelo para mi llanto y su pecho para esconder mi vergüenza.  Luego me llevó a su mesa, pidió un café bien cargado, y esperó hasta que me tranquilizara.  ¡Qué roche, Dios mío!  La intuición me dijo que era un buen hombre y como yo estaba tan dolida,  él era tan serio, parecía tan confiable y yo necesitaba desahogarme, le conté todo. Nos hicimos amigos de inmediato.
- Yo soy tu mejor amiga y no me dijiste nada.  Cuéntame toda la historia.
- Algún día te la contaré, ahora solo necesitas saber que en ese momento me sentía la mujer más desdichada de la tierra, pero mi amigo me ayudó mucho a tomar una buena decisión.
- ¿Tú crees que podrá resolver mi problema?
- Resolvió el mío.  Es un tipo muy inteligente y muy bueno.  Por lo menos tendremos algunos consejos.  Deja todo en mis manos, voy a hablarle y después te cuento.

Reynaldo era director y actor de teatro y regresaba cansado del trabajo.  Estaba montando una obra teatral lo que implicaba hacer el “casting”, revisar la adaptación del guión, buscar y seleccionar el vestuario,  dirigir los diseños de escenarios, hacer y dirigir las pruebas, desde las 8 de la mañana. Era las 9 de la noche y no pudo más, tenía que buscarse un ayudante.  Cerró el teatro y regresaba a casa manejando su carro cuando paró ante una luz roja.  Una muchacha de unos 18 años, vestida con sencillez, se acercó a la ventana de su auto y le preguntó:
- Señor, ¿quiere sexo?
Se sintió impactado por el hecho.  La miró sorprendido pero no, el no era del sexo callejero. Pero algo no funcionaba en la escena.  Estaba desconcertado.  Sin embargo  abrió la puerta del coche e hizo subir a la chica.
- ¿Cuánto cobras?
- No sé, señor. Lo que le parezca.
Inmediatamente captó el sentido de la escena.  La pregunta era solo para probar su presunción.  No era una prostituta.  En su rostro se notaba temor.
- Primero acompáñame a comer.  Estoy hambriento.
La llevó a un restaurante elegante, estacionó su coche y le abrió la puerta para que baje. Manejó la situación como un caballero, con gran delicadeza.  Pidió una mesa y jaló la silla para que se siente.  Se sentó frente a ella y llamó al mozo que vino con las cartas.  Ella estaba atónita.  Nunca la habían tratado con tanta deferencia.
- ¿Qué quieres comer y tomar?
- No sé señor.  Usted nomás pida.
Él ya se había hecho una idea de los hechos: una muchacha, casi niña, pobre, pobrísima, hambrienta, desesperada, con problemas, había salido a conseguir dinero vendiendo su cuerpo, probablemente por primera vez, porque no veía otra salida a su situación.
- Para mí una lasaña a la boloñesa y una media botella de Fond de Cave tinto.  Para la señorita una sopa a la minuta y un churrasco montado con papas fritas.  Dos cocacolas y al final dos cafés americanos cargados.
El comió sin prestar mayor atención a la chica salvo para invitarle una copa de vino.  Ella, al principio comía tímidamente, luego con avidez dejando los platos limpios.  Al café comenzó la conversación.
- ¿Cómo te llamas?
- Teresa
- Esta es tu primera vez, ¿no?
- Sí.
- ¿Por qué lo haces?
- Necesito dinero.
- ¿Por qué no trabajas?
- He buscado trabajo pero nadie quiere contratarme.   Mi mamá botó de la casa a mi  padrastro porque intentó violarme.  Mamá se ha puesto muy enferma y no tengo con que comprar las medicinas. Mis hermanitos están hambrientos. Hoy no hemos comido.
- ¿Cuántos años tienes?
- Diecinueve
- ¿Qué sabes hacer?
- Estudié mecanografía, soy buena con los números.
- Mira Teresa, estoy con suerte.  Justo estaba necesitando una chica como tú para asistente.  Te voy a dar mi tarjeta para que mañana te presentes a las 8 de la mañana al trabajo. Allí está mi nombre, dirección y teléfono.
La llevó a una farmacia donde compró los remedios para la madre enferma, pasando por una pollería, compró dos pollos a la brasa con papas y gaseosas para la familia y la llevó a su casa.  Se aseguró de que los niños coman (tuvieron que despertarlos) y que la madre (agradecida) tome sus remedios.
Teresa salió a la puerta a despedirlo. Lloraba silenciosamente.
Reynaldo era un hombre bueno por naturaleza y daba gracias a Dios el haberle dado la oportunidad de ser generoso.

Seis meses después Teresa era una persona importante en el teatro.  Había organizado la oficina de Reynaldo, llevaba la biblioteca, administraba los contratos,  llevaba la planilla del personal, organizaba los casting, llevaba la labor secretarial y aún se daba tiempo para interpretar pequeños papeles.  Era el factótum del teatro.
- Señor Reynaldo, una llamada por teléfono.
- ¿Quién es?
- Dijo ser la señora Carmen
- Aló…
- Aló, ¿Reynaldo?
- ¡Hola Carmen, que alegría escucharte! ¡Qué sorpresa! Hace más de un año que no nos vemos.  ¿Cómo te va?
- A mí me va de maravilla, pero tengo una amiga que tiene un grave problema: su marido está por sacarle la vuelta y su matrimonio se está yendo al agua.  Pensé en ti, es tu especialidad… ¿O no te acuerdas cuando me diste esos pícaros consejos…?
- ¡Ja, ja, ja…! No bromees.
- Invítame a almorzar que quiero contártelo todo.
- De acuerdo.  En el Cordano, dentro de dos horas, ¿te parece?
- Claro, ahí nos vemos. Chau.
- Chau.

Se encontraron en el Cordano, se abrazaron y besaron con cariño, como amigos que se ven después de mucho tiempo.  Tomaron una mesa, pidieron sus platos y entablaron una amena conversación contándose sus vidas.  Al café, comenzó la historia.
- Roxana, mi amiga casada con Pedro, un buen hombre pero débil, está desesperada.  Levan seis años de casados y han descubierto que Roxana tiene ovario infantil, no desarrollado y no puede tener hijos.  A Pedro le encantan los niños y sufre mucho por la infertilidad de Roxana.  ¿Qué se puede hacer?
- ¡Vaya, pues que adopten un crío!
- Pedro sueña que sea de su sangre y teme lo peor de un niño de padres desconocidos, tú sabes, los genes…
- Oye, tú sabes que no me gusta dar consejos.  Lo más que puedo hacer es darles algunas posibles salidas, pero no sin conocerlos,  ¿por qué no hacemos una cosa?
- Toma tres entradas.  Invita al teatro a Pedro y Roxana.  El viernes estrenamos una obra.  Después de la función hay una pequeña celebración de estreno, allí nos encontramos.  Yo soy un amigo tuyo, me conociste en el club de teatro de la Universidad.  Yo voy a estar con mi ayudante, Teresa, una chica muy buena y muy formal, mi mano derecha.
- Bueno, me tengo que ir. Se está haciendo tarde y se acerca la hora de salida del colegio de los niños.
Se despidieron con un beso ligero, tierno, y una sonrisa cómplice, como recordando una aventura lejana.

La obra fue un éxito y también marcó el debut de Teresa en un papel secundario.  En el “vino de estreno”, en la sala de recepciones del teatro, se encontraron Carmen, Roxana y Pedro con Reynaldo y Teresa.
- Les voy a presentar a mi amigo Reynaldo, que ha dirigido la obra además de ser el actor principal.  Nos conocimos en el Club de Teatro de la Universidad, hace muchos años.
Después de los saludos y sonrisas de rigor llegaron los comentarios a la obra, las felicitaciones y se entabló una amena conversación entre los hombres.
 - Déjenme el honor invitarles una cena - interrumpió Reynaldo - a una cuadra de aquí está La Hacienda, buena carne argentina y buen vino, ¿qué les parece?
- Encantadas - contestó Roxana que había hecho muy buenas migas con Teresa. 
Reynaldo y Teresa tenían un encanto especial y les cayeron muy bien .  La conversación era amena y llegaron al tema del día: el teatro.
- ¿Por qué te hiciste actor?
- Todos somos actores - propuso Reynaldo.  Lo que mostramos a los demás no es ciertamente lo que somos en realidad.  Aún con nuestras parejas y en la mayor intimidad guardamos un espacio secreto al que no permitimos la entrada a nadie.  A veces algo feo o triste, un deseo no satisfecho, una ambición no lograda. 
- Se hizo el silencio.  Cada uno reflexionó sobre su “esqueleto bajo la escalera”, su secreto.
- Cuéntanos de tu trabajo - dijo Roxana rompiendo el incómodo silencio.  Cuál es tu siguiente obra.
- Estoy escribiendo un  pequeño drama.
- ¿Cómo se “fabrica” una novela? - intervino Carmen.
- Tiene que ser de actualidad para que tenga éxito - dijo Pedro.
- ¡Alto el fuego! - interrumpió Reynaldo - Poco a poco que para todos hay respuestas.  Voy a contestar todas sus preguntas.  Hay muchas formas de “fabricar” una novela, o diciéndolo mejor: escribir un relato. Vamos a lo clásico, por ejemplo, escojamos drama.  Otelo, un moro casado con Desdémona hija de un noble de Venecia, Yago, alférez de Otelo, despierta sus celos acusando a Desdémona de engañarlo con Casio, para lo cual le roba el pañuelo que Otelo había regalado a Desdémona y se lo da a Casio.  Al ver el pañuelo en su poder, Otelo, ciego de celos va a la alcoba de ella y dramáticamente le pregunta: “Has orado Desdémona”, tras lo cual saca su daga y la mata.  Una amiga le descubre el engaño y Otelo desesperado, se suicida.
- Bueno, conocemos el drama, pero ¿cómo así se escribió?
- Shakespeare escogió un tema universal y de todos los tiempos, de actualidad, como diría Pedro: los celos. Puso un paisaje, Venecia con sus bellos palacios y canales, ciudad cien por ciento romántica, puso personajes: Desdémona noble veneciana,  Otelo, valiente moro defensor de Venecia, Yago, envidioso  e intrigante soldado bajo sus órdenes, Casio era su mejor amigo. Luego puso la trama, la intriga de Yago, los celos de Otelo y la inocencia de Desdémona. Esto genera el desenlace: la muerte de Desdémona y el suicidio de Otelo. Ya tenemos todos los componentes.  El tiempo, el paisaje, los personajes, el tema, la trama y el desenlace.  Escojan ustedes estos elementos y tendrán su novela.
- Eso me parece demasiado sencillo - opinó Carmen.
- Depende. Un buen escritor puede con muy pocos elementos Hacer una buena obra, pero también puede requerir mucho estudio y recolección de información.  Si quiero escribir sobre el pasado o lugares extraños, tengo que conocerlos bien, estudiarlos exhaustivamente.
- ¿Cuánto tiempo se puede tardar para escribir un buen relato?
- Un año, un mes, una semana, unas horas, unos minutos… Depende.
- ¡Já!  ¿Cómo puede ser en unos minutos?
- El buen escritor es el que menos escribe, deja la mayor parte del relato en manos del lector, para que él lo rellene, sugiera el desenlace.  Por ejemplo, Antón Costas escribió el que quizá sea el cuento más pequeño que exista: es de una sola línea, y dice así: “Al despertar, el dinosaurio seguía allí.”  Los desafío a leerlo y tratar de entenderlo. A ver, cierren los ojos por un minuto y piensen después de escucharlo: “Al despertar, el dinosaurio seguía allí.” 
Todos cerraron los ojos.
Roxana se imaginó una noche de pesadilla  pensando en su problema: “como darle un hijo a Pedro”. Imaginó su despertar, Pedro durmiendo con los labios crispados en una mueca de pesar.  Ese era su dinosaurio.
Pedro se imaginó soñando una noche de sexo con una mujer sin rostro pero que le daría un hijo.  Cuando despertó, Roxana estaba allí, y la amaba y no quería traicionarla.  Su problema era enorme, un dinosaurio.
Carmen pensó que después de un cansado día de trabajo, se echó en la cama a jugar con sus hijos y se quedo dormida, al despertar, Barney, el dinosaurio verde de peluche de sus hijos estaba allí y lo miraba risueño.
Teresa pensó que había encontrado un gran hombre que la había salvado dándole trabajo, profesión, esperanzas. Era un gran hombre en su vida. De repente pensó que todo lo que le había pasado en estos seis meses había sido un sueño.  Asustada abrió los ojos y lo vio frente a ella, sonriendo.  Dio un suspiro de alivio, su dinosaurio aun estaba allí.
No quisieron enseñar sus “dinosaurios” pero bromearon entre ellos. Carmen interrumpió el jolgorio para pedirle a Reynaldo, esta vez en serio, que les adelante algo del libro que estaba escribiendo.
- Bueno, yo también he tomado un tema clásico. Está ya escrito en la Biblia, lo que tengo que hacerle es un paisaje conocido, personajes creíbles, un desenlace dramático y un final feliz.  Se trata de la infertilidad de una pareja.  En la Biblia, Abraham, casado con Sara, había sido notificado por Dios que tendría una gran descendencia, pero a sus 86 años, no había logrado embarazar a Sara (en esa época se vivía fácil hasta los 110 años).  Sara estaba consciente del gran problema que ocasionaba su infertilidad y como era una mujer muy resuelta, encontró una solución.  Llevó a una de sus esclavas, la bella egipcia Agar ante Abraham y le dijo:   “Yo no puedo complacer tus ambiciones pero toma a Agar, hazle un hijo que yo lo criaré como nuestro y con él tendrás una gran descendencia”. Agar se postró ante Abraham y le dijo “Haz de mí según tu voluntad”. Agar fue premiada con ofrendas y considerada como de la familia.  En el mundo actual, el drama de infertilidad de parejas se puede solucionar felizmente con las adopciones, los vientres o madres de alquiler, la fertilización “in vitro” y hasta con la compra de niños. Si bien estos casos se prestan a excesos y abusos, entre gente bien intencionada existen soluciones para todos los gustos.  Esa es la historia que voy a “modernizar”.
Surgieron las preguntas, comentarios y opiniones, pero Roxana y Pedro estaban silenciosos.  La sobremesa continuó.  En algún momento  Teresa pidió disculpas para ir al tocador de damas, rato en el que aprovechó Carmen para preguntarle a Reynaldo:
- Di Reynaldo, de donde sacaste esa joyita, Teresa, tan dulce, sencilla, inteligente.
- Nada que ver.  Entre nosotros solo hay un gran cariño y respeto.  Respeto su valor, su entereza, su sacrificio.  Les voy a contar su historia.
Y contó su aventura de seis meses atrás, el esfuerzo de ella en el trabajo y como había logrado el respeto y admiración de todo el elenco.  Cuando regresó del tocador, todos la miraban con cariño.  Así, entre risas y promesas de volver a reunirse, terminó esa noche.

- Aló, ¿Reynaldo?
- ¡Hola Carmen, que gusto de escucharte!
- El plan está funcionando.  Pedro ya mordió el anzuelo.  Me llamó Roxana y me contó que habían estado conversando largo y que tomaron una decisión: quieren un vientre de alquiler.  Su problema es que no saben cómo buscar a la mujer apropiada.  Piensan que tú estás investigando el tema por lo de tu libro y has de conocer el cómo se hace.  Me pidieron que te ruegue para tener una conversación a solas contigo.
- Justo como lo esperábamos.  Diles que acepto, podría ser este lunes en el café del teatro.  Mi elenco descansa ese día, salvo Teresa.  A las 8 de la noche, así podríamos aflojar las tensiones con una buena cena.  Diles que participaría Teresa, que es de toda mi confianza y que es quien podría encargarse de todas las cuestiones legales, de trámites y de contactos.
- Creo que es muy buena idea lo de Teresa.  Les voy a hablar y te confirmo.  Un beso. Chau.

- Señor Reynaldo, ya llegaron Roxana y Pedro.
- ¡Ah!  Muy bien.  Acuérdate de lo que conversamos.  Mucha discreción.  Llévalos al café y ubíquense en un reservado.  Yo voy en unos minutos.  Mientras, invítales un aperitivo y dales algo de conversación para que se tranquilicen que han de estar sumamente nerviosos.
Después de cinco minutos, se presentó Reynaldo y tras los saludos de rigor inició la conversación.
- Carmen me ha contado de su problema y que ustedes han decidido afrontarlo.
- Así es Reynaldo - contestó Roxana - pero nosotros no sabemos mucho del tema.  Creemos que tú estás bien informado por lo de tu libro.
- Bien, el asunto es así: El primer caso, cuando la mujer es infértil y no puede gestar, se contrata con una la madre de alquiler, que es fertilizada por inseminación artificial.  El donante, en este caso Pedro, guardaría su esperma enfriada la que se introduciría en aparato reproductor de la madre de alquiler, en sus momentos de ovulación, tantas veces como sea necesario para fertilizar su óvulo.  El segundo caso es la fecundación in vitro. Se requiere una donante del óvulo que sería fertilizado en una probeta de laboratorio con el semen del padre y luego implantado en el aparato reproductor de la madre de alquiler. Se utiliza generalmente cuando la esposa no puede ovular y en muchos casos la donante es pariente cercana de la esposa para confirmar la línea genética.  El tercer caso es cuando la esposa no puede mantener el embarazo, fertiliza su óvulo in vitro con el semen del esposo y se implanta en la madre de alquiler.  Por lo que me contó Carmen, ustedes están en el primer caso, ¿cierto?
- Sí - contestó Roxana - pero, eso de congelar el semen, ¿no trae consecuencias para el niño?
- No, que yo sepa.  Claro que eso se puede obviar si el esposo tiene relaciones sexuales con la madre de alquiler.  Esto requiere una madurez de los esposos suficiente como para comprender y asegurarse que esta relación no cree ningún vínculo emocional con la madre gestante. Generalmente las esposas son celosas y no admiten esto, aunque hay algunas que superan este temor y confían en el esposo.
Quedaron un rato silenciosos reflexionando, hasta que intervino Pedro.
- Y si la madre de alquiler quiere quitarme el niño, ¿qué se puede hacer?
- Primeramente, se ha de escoger una madre gestante de confianza y tienen que firmar antes un contrato legal donde se especifique claramente las condiciones y compromisos, para evitar que esto suceda.
- ¿Cómo saber que la madre de alquiler sea la adecuada?
- Antes tiene que pasar por evaluaciones sicológicas,  médicas, de antecedentes familiares y la que los padres crean necesarias.  Conviene que se conozcan, debido a que la madre de alquiler también tiene que dar su aprobación.
- ¿Cuál es el costo de un alquiler de vientre?
- Muy variable.  En Europa está alrededor de los 60,000 euros, unos 100,000 dólares en Estados Unidos y hay agencias especializadas en el negocio.  En esos países escasean los niños y la legislación al respecto está muy avanzada.  Aquí, abundan los niños para adopción y el costo depende de que las partes se pongan de acuerdo.  Pienso que unos 20 o 30 mil dólares serían suficientes.
- Si no hay agencias de alquiler de vientres aquí, ¿cómo podríamos buscar una madre de alquiler sin llamar la atención?  ¿Quién más podría ayudarnos?
- La única persona que conozco que tiene la reserva necesaria y la habilidad para manejar estos asuntos de búsqueda, de personas, entrevistas, gestiones, es Teresa.  La pongo a vuestra disposición.  Teresa, ¿aceptas esta nueva carga de trabajo?
- Me da mucho gusto.  Roxana, Pedro, estoy a su disposición.
- ¡Ay Teresa, que buena que eres, muchas gracias! - contestó Roxana.
- ¿Cuándo comenzamos? - preguntó Pedro.
- Ya empezamos - contestó Teresa - déjenme hacer algunas averiguaciones y contactos.  Mañana los llamo.
- Roxana y yo, estamos muy agradecidos por habernos abierto los ojos, hacernos afrontar nuestro problema y mostrarnos el camino.  Les debemos mucho.
- Con Carmen vamos a coordinar para reunirnos nuevamente - dijo Roxana - hace mucho que no nos divertimos tanto como en la noche del estreno.
Después de despedirse, la pareja se retiró pensativa pero sonriente. 

Avisos en los periódicos, en Internet.
Casting y entrevistas a las postulantes.
Búsquedas de antecedentes policiales y judiciales.
Búsquedas de antecedentes familiares.
Exámenes médicos y sicológicos.
Tres meses de intenso trajín, Teresa, Roxana y Pedro.  Cuando Pedro aceptaba, Roxana no.  O era Teresa que descubría alguna traba.  Si algo bueno sucedió es la gran camaradería que se creó entre Roxana, Pedro y Teresa.
Dejaron de buscar pero al sexto mes, Roxana invitó a Reynaldo a una parrillada en el restaurante La Hacienda, donde comenzó la historia.
 Estaban presente los mismos personajes: Carmen, Roxana, Pedro, Reynaldo y Teresa.
- Carmen, Reynaldo,  esta cena es para celebrar un gran acontecimiento.  Tenemos una noticia bomba: vamos a tener un hijo.
Gran barullo. Carmen y Reynaldo abrazaron y besaron a la pareja.
- Un momento - interrumpió Roxana mirando a Teresa - ¿no felicitan a la madre sustituta?
Gran silencio.  Era una verdadera sorpresa.
- Teresa, ¿de verdad, eres tú? - preguntó atónito Reynaldo.
- ¡Oh, querida, que grata sorpresa! - dijo Carmen mientras la abrazaba y besaba - ¡No te lo puedes imaginar, qué alegría más grande me han dado!
- ¡Tienen que contarnos que ha pasado! - reclamó Carmen.
- Bueno, la historia es esta:   Conforme nos indicó Reynaldo, Pedro y yo nos reunimos con Teresa para pensar en cómo resolver nuestro problema.  Nos consiguió libros sobre el tema, nos llevó a su parroquia para que el Padre Tomás nos oyera y aconsejara,  con ella fuimos al sicólogo, luego donde médicos especializados,  entramos en contacto con agencias extranjeras (en el país no las hay) especializadas en conseguir madres sustitutas,  pero elegimos el buscar nosotros a la persona adecuada.  Puso avisos en periódicos, en la Internet y se presentaron muchas candidatas.  El trabajo de Teresa fue maravilloso y nos hicimos en esos meses muy buenos amigos.  Después de hacer los “casting” a muchas candidatas no encontrábamos la adecuada.
- Pero Roxana, cuéntales ya como la encontramos - interrumpió Pedro.
- En ese tiempo conocimos a la familia de Teresa y también nos contó sus ambiciones.  Quería ser periodista, pero la carrera es muy costosa y lo que ganaba no le alcanzaba ni siquiera para educar bien a sus hermanos y atender a su madre enferma y nos dijo que afrontaría cualquier sacrificio para sacar a sus hermanos adelante.  Para nosotros era la madre sustituta  perfecta, pero ella, ¿cómo lo tomaría?
- Me tomó de sorpresa - continuó Teresa - pero después de pensar durante una semana, comprendí que no había nada de malo en ello y que tendría el valor de separarme de mi hijo sabiendo en que buenas manos estaría y que haría feliz a mis amigos.
- Teresa no quiso firmar ningún contrato, y la comprendemos - dijo Pedro - La verdad es que hemos congeniado tanto con ella que ya es como una hermana.
- Nos pusimos en manos de un buen médico y al tercer mes, el día de ayer, nos confirmó la noticia: Teresa estaba gestando.
La cena transcurrió con mucha alegría y brindis por la magnífica noticia.  Y esa fue la última vez que se reunieron todos ellos.  Roxana y Pedro se trasladaron a Arequipa por motivos de trabajo, pero llevaron a Teresa para atenderla los últimos meses del parto.  Una jueza, sobrina de Pedro arregló todos los papeles legales, Teresa regresó a Lima, entró a la Universidad y logró recibirse de abogada.
Quince años después, Carmen y Reynaldo recibieron una sorpresa:   Pedro y Roxana habían vuelto a establecerse en Lima y los invitaban  a la inauguración de su nueva casa. También iría Teresa que llevaba cinco años de casada.
Cuando llegaron Carmen y Reynaldo a la casa, Pedro y Roxana, los recibieron acompañados de su hijo.
- Este es nuestro hijo, Mario.
Abrazos, besos y felicitaciones.  Los amigos estaban muy felices de encontrarse después de tanto tiempo y la presencia de Mario les recordaba los momentos penosos y felices que habían pasado juntos.
Sonó el timbre, Roxana salió a la puerta y regresó acompañada de Teresa, su marido y una linda chiquilla del porte de Mario.
- Es María Teresa, mi hija - aclaró Teresa - y Jorge es mi esposo.
Volvieron los abrazos, besos y saludos.  Carmen y Reynaldo sorprendidos por la familia de Teresa.  No se habían enterado de que se había casado ni de que tuviera una hija, que parecía…
- Quiero explicarles algo - habló Roxana interrumpiendo la algarabía - Esta reunión tiene un doble propósito: el primero y menos importante es inaugurar nuestra casa.  El segundo es reunir a dos familias, padres e hijos.  Cuando solucionamos mi problema de infertilidad con Teresa acordamos que su hijo, que es también hijo de Pedro, quedaría con nosotros pero cuando descubrimos que estaba gestando mellizos, acordamos que uno de ellos quedaría con Teresa, y así fue. Mario es nuestro hijo y María Teresa, esa linda chiquilla que recién conozco es hija de Teresa.
- Hace días nos reunimos con Teresa y Jorge - continuó Pedro - y decidimos decirles toda la verdad a los chicos y así lo hicimos, por eso es que están así de inquietos: están reconociéndose como hermanos y conociendo a su otra madre y a su otro padre.
Efectivamente, Mario y María Teresa se habían retirado disimuladamente, tomados de la mano, y conversaban animadamente.  Se les veían felices. 
Y así, sin fricciones ni problemas, en forma civilizada y amorosa se cerró una historia donde problemas humanos aparentemente insolubles, se arreglaron por la buena voluntad y sentimientos de algunas personas.

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16 dic 2011

Susana y el calzón

Susana y el calzón
Susana era una mujer feliz.  Al año de recibirse de abogada, se había casado con Javier, amigo de la infancia, y abandonando Arequipa, llegaron a Lima donde  tenía un importante cargo en una empresa.  Ella, una muchacha inteligente, consiguió un trabajo de asesoría en la Municipalidad de Miraflores, donde también trabajaba como secretaria su cuñada, Lorena, hermana de Javier, que además era su mejor amiga.
- Se me ha perdido el monedero.
- Debes haberlo dejado en casa querida.
- No Javier, cuando subí al carro lo tenía en la mano.
- Entonces búscalo, debe de estar abajo del asiento.
Susana, se agachó y metió la mano bajo el asiento.  Efectivamente, allí estaba, pero había algo más. Una tela de tacto sedoso, enganchada en algún alambre.  Con cuidado trató de soltarla mientras hacía memoria. Tanteó su forma, los bordados en forma de…¡corazoncitos! ¡Ah, sí!  Era el calzón que se le perdió y le armó un escándalo a Ruperta, su empleada doméstica, creyendo que ella lo había robado.  Seguramente se le cayó cuando se mudó y llevó su ropa en el Volkswagen. Había estado tan apenada de no poder usarlo para impresionar a su maridito… Sonrió, se le ocurrió una idea.  Le haría una broma a Javier que seguía manejando sin imaginarse lo que estaba por venir.  Faltaba poco para llegar a la Municipalidad de Miraflores  y dejar a Susana en su trabajo.
Susana, poniendo el rostro más serio que pudo y fingiendo una rabia e indignación que no sentía, se levantó con el monedero en una mano y blandiendo el calzón como una bandera en la otra.
- ¡Javier, me puedes decir qué significa esto!
Javier miró asombrado la prenda íntima que tenía Susana en la mano.  Se quedó sin habla y milagrosamente se libró de chocar mientras otros conductores le llamaban la atención con las bocinas por los peligrosos tumbos que estaba dando el carro.
Todavía impactado, estupefacto, a duras penas logró estacionar el Volkswagen al borde de la acera, mientras trataba de comprender lo que pasaba.  ¡Un calzoncito rojo, de seda, de fina lencería en su carro, bajo el asiento!  El adoraba a Susana y no tenía ojos mas que para ella y no se le pasaba por la mente la idea de engañarla con otra mujer.  Además, no recordaba haber llevado a ninguna dama a solas en el carro.  Seguramente sus amigos trataban de hacerle una broma.
- ¡Susy, por favor, no pienses mal! Aquí hay un mal entendido.
- ¡Desgraciado!  ¡Yo como una ilusa pensando solo en ti, entregándote todo mi cariño y tú me sacas la vuelta con una cualquiera!
- ¡No Susy, te lo juro!  ¡No te he engañado!  ¡Para mí no existe en el mundo otra mujer que tú!
Susana, que había estado fingiendo, vio a Javier tan conmocionado que se asustó.  -“Si le digo ahora que es una broma, me va a odiar y después no va a tomar en serio mis celos.  Mejor sigo fingiendo” -pensó.  Y sin proponérselo, comenzó a llorar. 
- ¡Te odio, Javier! ¡Dime quién es tu querida!  ¡Cómo has podido hacerme esto!
- ¡No querida, mira, seguramente…!
- ¡No me hables, no quiero saber nada de ti! ¡Adiós!
Bajó del carro dando un portazo, estaban a 100 metros de su oficina, que recorrió a paso ligero, secándose las lágrimas y tratando de callar la risa que pugnaba por salir de su boca.  Se sentía feliz, feliz de tener a Javier y comprobar cuanto la quería, feliz de que un hombre pueda sufrir por su amor a ella.
En la oficina, apenas pudo, fue a buscar a Lorena. -“Voy a contarle la broma que le estoy haciendo a su hermano, como nos vamos a reír, pero…” - lo pensó mejor - “no, no le cuento, todavía voy a hacer sufrir a Javier un poquito más, hasta mañana”. 
- ¡Hola!
- ¡Hola! - Susy, ya averigüé lo que me pediste.  El Kia Picota rojo que tanto nos gusta, vale 13,000 dólares, con un inicial de 3,000 dólares y una cuota mensual por 36 meses de menos de 500 dólares.  Yo creo que Javier puede con lo que gana, soportar esta deuda.  Además tu puedes ayudarle en parte.
- ¡Olvídate Lorena!  Ya le conversé a Javier y me ha dicho que ni piense en que vamos a comprar el Kía, que vamos a entrar a una etapa de sacrificio y ahorrar para comprarnos un depa.  Es tu hermano y lo conoces… tan ordenado, tan planificado… El ya ha ahorrado una parte, aunque el muy desgra nunca ha querido decirme cuanto tiene ahorrado.
- ¡Ay, que pena…! Pero,… ¿y si nos compramos el carro entre las dos?  Como tú eres abogada, hacemos un contrato para manejar el carro tú una semana y yo otra, la gasolina y mantenimiento a medias…
- Podría ser ¿nó?  Vamos a pensarlo.  En el almuerzo conversamos.
El día transcurrió sin novedades, Cuando era las 5 de la tarde, faltaba una hora para salir, sonó el teléfono.  - “¡Qué pesado!, -  seguramente sería Javier insistiendo en hablar con ella.  Ya la había llamado tres veces y las tres había colgado sin querer recibir sus disculpas.
- ¡Aló!
- ¡Aló! ¿Muñeca…?
- Hola papito, que gusto de escucharte, ¿como están por allá, en Arequipa, mamá, mis hermanos…?
- Todos bien hijita, pero tú mamá y yo estamos muy, muy preocupados…
- ¡No me asustes! ¿Qué ha sucedido?
- A nosotros. Nada, pero me llamó Javier contándome lo que ha pasado entre ustedes.  Él jura que es inocente, que algún amigo le ha querido jugar una broma, y me ha pedido consejo.
Susana se asustó.  No había pensado que le broma llegaría tan lejos.  La voz angustiada de su padre, su madre que era tan sensible ¿cómo estaría?  Los dos adoraban a Javier, era su yerno engreído, y el los quería como a sus padres. -“Dios mío, que he hecho?” - pensó.
- No, papito, no te preocupes, yo, yo…
- Hijita, no seas rencorosa.  Aunque sea verdad, tienes que perdonarlo.  Nosotros los hombres somos tontos y las mujeres hacen lo que quieren con nosotros con sus encantos, pero estoy seguro que Javier está arrepentido, cuando me llamó estaba casi llorando.
La cosa se puso peor para Susana, ya no podía dar marcha atrás, tenía que seguir, no podía perdonarlo tan fácilmente, no le iban a creer.
- Papito, no te preocupes, estoy bien y esto se va a solucionar pronto.  Abraza a mamá y dile que la quiero, que no va a pasar nada malo.
- Yo le he aconsejado a Javier que te mime, que te pida perdón y te haga un regalito, te lleve de viaje… en fin, que busque la forma de amistarse porque esto no debe seguir así.
- ¡Ay, papi, no te metas por favor, que esto lo arreglamos entre él y yo!
- Así lo espero, hijita. Cuídate.  Un beso, chau…
- Te quiero, papi. Un besote. Chau…
Quedó pensativa. “Mimarla, pedir perdón, un regalito, viaje… ¡Oh! No había pensado en eso, pero…”.
Cuando fue a recogerla del trabajo, no le habló, se puso seria y fingió estar triste e indignada.  En casa, sin cenar, se encerró en su cuarto - “que sufra un poco, que duerma en el sofá, así nunca se va a atrever a sacarme la vuelta” - pensó, y aprovechó para hacer dieta, aunque se dio un buen atracón con  la caja de bombones que tenía escondida.  Se bañó, se miró desnuda al espejo tomando en poses provocadoras - “que bonita soy, cómo me quiero, vas a ver Javier lo que te voy a hacer cuando amistemos” - pensó, se echó en la cama a terminar de leer esa novelita romántica que la había dejado en ascuas, luego se durmió pensando… mimos, regalito, viaje…
El día siguiente transcurrió igual: Javier implorando, ella negándose.  En la noche, encerrada en su cuarto, oyó sonar el teléfono y tomó el fono para contestar.
- Aló, Susana…
- ¡Hola, Gerardo, como estás!
Gerardo era el mejor amigo de Javier, compañero de palomilladas del barrio, terminaron juntos el Colegio y ahora, de profesionales, mantenían intacta su amistad. 
- Susana, tengo que hablarte de un asunto muy penoso.  Tu me conoces y sabes cómo nos queremos con Javier y que algunas veces nos gastamos bromas pesadas.  Mira, la semana pasada quise hacerle una jugada y escondí bajo el asiento de su carro un calzón, esperando darle un susto cuando lo descubriera.  ¡No me imaginé que serías tú quien lo encuentre, y el lío que se armaría.  Te juro que lo hice sin mala intención, solo como una broma. ¡Perdóname Susana por lo que te he hecho sufrir, fue sin intención, te lo prometo…!
Susana estuvo a punto de soltar la risa. ¿Qué lindo el Javiercito, las cosas que hacía para amistarse.  Pedirle a un amigo que mienta, por él.  Y el Gerardo, que buena gente, pero también lo haría sufrir…
- ¡No te creo!  ¿No lo estás inventando?
- ¡No, Susy, no! ¡Créeme, por favor!
- A ver.  ¿De qué color era el calzón!
- Espera, no recuerdo bien…
Susana se tapó la boca para no reír. Cómo estaría sudando el pobre Gerardo.
- Rosado…
- …
- Negro…
- …
- ¡No, no, ya recordé..!  ¡Rojo!
- Te salvaste por un pelo, pero aun tengo mis dudas.  Voy a prensarlo… Chau.
Se durmió con una sonrisa en los labios.  Era un viernes y los sábados Javier acostumbraba a llevarle el desayuno a la cama.  ¡Pobre Javier!  ¡Durmiendo en el sofá de la sala…!
Al día siguiente, despertó con el aroma de chocolate.  Abrió los ojos y al pié de la cama estaba Javier, con una bandeja con el desayuno, donde destacaban, bajo dos rosas,  dos grandes sobres blancos, ¿qué serían?
- Susy, mi amor, todo ha sido una confusión…, una broma de Gerardo…, yo te adoro y nunca podría engañarte, cariño ¿me crees?
- Sí, Javiercito, pero no sabes cuánto me has hecho sufrir…
- Te traigo un regalito para aliviar tu pena, pero antes…
- Antes, nada.  Ven a la cama, te he extrañado tanto…
El día lunes, Lorena estaba preocupada.  Susana no llegaba al trabajo y era las 10 de la mañana.  Había llamado a su casa y a su celular pero nadie contestaba. Unos minutos después se presentó Susana, radiante.
- Susy, ¿Qué te ha pasado?  ¿Por qué llegas tan tarde?
- Hola, me fui a Máncora en un sex-weekend.
- ¿Qué...?
- Ven, pide permiso a tu jefe por una hora, que nos vamos a tomar un café…
- ¿Estás loca? ¿Qué te está pasando…?
Lorena pidió permiso, Susana ya la estaba esperando en la puerta de la oficina.  La llevó de la mano al lado de un flamante Kia Picota rojo, se subieron los cerrojos y Susana, con las llaves del auto en la mano le ordenó:
-¡Sube!
Lorena, muda de asombro, subió obediente.
- ¡Está precioso, Susy!  ¿Cómo lo conseguiste?
Susana sacó de su cartera el calzoncito rojo y se lo mostró en alto.
- Con esto y dos noches de placer en Máncora.  Un regalo de mi amante.
- ¡Susy, no me digas que te has vuelto puta!
- Casi, casi… Vamos, en el café te cuento…

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