11 dic 2010

Todos los gatos son grises

Era el fin de un día perfecto. Regresábamos al Cuzco de una excursión a Machu Picchu, después de haber admirado tanta belleza, llenos de energía y alegría, una veintena de jóvenes, hombres y mujeres de 18 a 25 años, conversando y cantando en el tren, casi todos parados porque habíamos conseguido muy pocos asientos. Mi enamorada estaba cerca a mí, pero apenas la veía en la penumbra de esa noche. Llegamos al túnel y se hizo la oscuridad total. En la algarabía que se formó, aproveché de los dos minutos de oscuridad que nos iba a proporcionar el túnel, avancé y tomé a mi enamorada por el talle y la besé, apresuradamente, antes de que llegue la luz. Ella correspondió con furia, pasión. Fueron el beso y las caricias más apasionados, como si en ese beso se condesara toda una vida. Estaba por terminar el túnel y me separé rápidamente dando un paso atrás, para disimular, al mismo tiempo escuché a lo lejos, al fondo del tren, la voz de mi chica.
- Juan, ¿Dónde te has metido? Ven…
¡¿Cómo, con quién me había besado??!!! Hasta ahora me lo pregunto. Total… de noche, todos los gatos son grises.

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