21 jul 2011

Decisiones





Decisiones

A mis 70 años gozo del privilegio de ser viejo.  Eso dice la gente: viejo, pero para poder creerlo tengo que mirarme en el espejo.  No es así como me siento, todo lo contrario.  Después de más de medio siglo de vivir siguiendo las reglas, oprimido por la educación y el qué dirán,  ahora me siento libre para pensar y obrar sin límites.  La gente no me teme, todo me permite y me disculpa por la edad.  Por eso me gusta observar lo que sucede a mi alrededor, mirar a la gente y tratar de comprenderla.  
Estando en la sala de espera del consultorio para mi chequeo médico, llegó una joven de unos 20 años, con un rostro inexpresivo y la mirada perdida y sin verme, se sentó a mi lado.  Poco después llegó una señora de mi edad, de la mano de un hombre cincuentón que la increpaba casi gritando:
- Mamá, esto es el colmo. ¿Cuántas veces tengo que decirte que éste médico no te conviene?  Lo que tú tienes debe que verlo un médico cardiólogo, no uno de medicina general, ¿por qué eres tan dura para comprender?
- Primero tengo que ver al doctor Orellana - contestó la madre, apretando los dientes.
- No seas terca madre, no voy a permitir que gastes tu dinero en consultas que no necesitas.
- Es mi dinero y yo necesito ver al doctor Orellana, él es mi médico de cabecera.
- Es la última vez que te acompaño al médico, tú eres la mujer más obstinada que conozco.
- Este doctor me comprende, siempre que me atiende mejora mi salud.  Le tengo mucha fe.
- Lo que pasa es que estás vieja y chocha.  Debes hacerme caso, yo soy tu hijo.
- Si no deseas acompañarme, vete.  Yo puedo ir sola.
-¡Claro!  ¡Cómo, no puedes caminar sola sin caerte o perderte, abusas de mí, de mi paciencia!
Había 12 pacientes esperando turno y todos estábamos indignados por el duro trato de ese hijo desconsiderado.  Tuve que intervenir:
- Y pensar la paciencia que tuvimos que gastar los padres para criar a nuestros hijos, como deprime ver a un hijo desagradecido que no tiene paciencia con su madre…
Un joven sentado a mi lado se paró cediendo el asiento a la mamá, que estaba avergonzada, con la mirada baja.
El hijo salió avergonzado de la habitación, mascullando furibundo.
- No te apenes, amiga, - le dije, apretando sus manos entre las mías. -  La vida de ahora hace a la gente muy violenta.  Estoy seguro de que tu hijo se va a disculpar contigo.  Le acaricié el pelo y ella levantó la cabeza y contestó con una sonrisa agradecida.
Los otros pacientes comentaban aún lo sucedido cuando regresó el hijo, con cara de arrepentimiento, se acercó a su madre y le dio un beso en la frente, parándose luego a esperar a su lado.  Pasaron unos minutos y fueron llamados a consulta por la enfermera.
- Fue muy tierno de su parte.
Quien me hablaba era la joven taciturna sentada a mi lado.  La miré sorprendido y le contesté:
- No podía hacer menos.  Tanto el hijo como la madre estaban desubicados en sus vidas.  La madre pensando que su hijo no la quería y el hijo dejándose llevar por la impaciencia y olvidando las consideraciones que debería tener con su madre anciana.  Sin embargo, viste como recapacitaron y todo volvió a lo correcto.  Muchas veces perdemos la noción de lo que somos y lo que nos rodea y nos dejamos llevar por la ira, el miedo, la depresión, la desesperanza, la desilusión, sin ver que la vida y la felicidad están frente a nosotros, esperando que las tomemos con alegría y optimismo.
- Eso lo dice usted porque a su edad no tiene que enfrentar mayores problemas y su vida transcurre sin sobresaltos.
- Eso lo digo yo porque en los 70 años que tengo he tenido que enfrentar a miles de situaciones y problemas, algunos gravísimos y desesperados, pero siempre he visto la luz tras el muro.  Cuando entraste vi la angustia y preocupación en tu rostro.  Te aseguro que tú puedes convertir tu sufrimiento en una sonrisa, si te animas a enfrentar tu problema y tomar una decisión justa.
- Usted no sabe lo que dice.  Si supiera lo que me pasa no pensaría como piensa.
- Te aseguro que en mi vida he conocido a mucha gente que ha pasado por situaciones, probablemente semejantes a lo que te pasa a ti.  Algunas han tomado decisiones sabias y han continuado felizmente con sus vidas.  Otras han tomado decisiones erradas y las ha seguido acompañando el pesar y el arrepentimiento.  Si conoces la decisión justa a tus problemas y tienes el valor de tomarla, la depresión, dolor, tristeza y pesimismo desaparecerán y podrás ser una chica feliz.  La felicidad es así, gratis.  Tómala o déjala.
- Usted todo lo hace parecer fácil.
- No es tan fácil, pero requiere el valor de decidirse y no dar marcha atrás.
- Si supiera lo que me pasa, no diría eso.
- Si tuvieras el valor de contármelo, ya estarías a la mitad del camino a la solución.  Pero como te dije: hay que tener valor.
La muchacha quedó pensativa.  Luego me enfrentó:
- ¿Quién es usted y que interés persigue?
- Soy un abuelo que está sentado ante una nieta huérfana de abuelos y que está pidiendo a gritos silenciosos un hombro para llorar y un amigo en quien confiar.
Me miró a los ojos enternecida, luego tomó mi mano y confesó:
- Estoy esperando un bebé.
- Te felicito…
- No me felicite, usted no comprende.  Mi enamorado se asustó y ha desaparecido.  No quiere saber nada conmigo.
- Sigue contándome, pero paso a paso.  ¿Tú quieres a tu enamorado? 
- Creí que lo quería.  Es apuesto e inteligente pero, a la vez, es egoísta y cobarde.  Me di cuenta de eso demasiado tarde.  Ahora lo desprecio.  No quiero saber nada de él.
- Y tus padres, ¿qué opinan?
- No saben nada, y son muy chapados a la antigua.  Me van a matar, soy su única hija y tienen muchas expectativas sobre mí.
- ¿Y tú, qué haces? ¿Estudias? ¿Trabajas?
- Estoy en la Universidad en tercer ciclo de Ingeniería Alimentaria, pero trabajo a medio turno en una ONG como secretaria.
- ¿Y has tomado alguna decisión?
- Sí, abortar. No quiero arruinar mi vida a los 20 años.  Por eso vine a consulta; me han dicho que este médico me puede indicar un lugar y medio seguro para hacerlo.
- Te vi una mirada triste.  ¿Seguro que es eso lo que quieres?
- ¡No!  Lo que quiero es tener una carrera, un hogar, una familia… Por eso es que voy a abortar, aunque me da mucho dolor perder a mi primer hijo así…
- Te dije que había visto muchos casos como el tuyo en mi vida.  De las que abortaron, algunas, por las condiciones del aborto, no pudieron procrear después.  Otras se casaron y tuvieron familia.  Muchas de ellas se divorciaron o las dejó su pareja.  Hubieron muchos casos que conozco, en que tuvieron sus hijos como madres solteras.  Te debo decir que no conozco ningún caso en que los abuelos no llegaran a querer, adorar a su nieto, inclusive ayudando en su crianza hasta que la madre termine sus estudios.  Entre las que tomaron la decisión de abortar, muchas, años después del aborto, buscaron a un hombre para que les siembre un hijo, pero rehuyeron cualquier relación seria posterior.
- Estas mujeres que abortaron no tenían más salidas…
- Sí, tener un hijo para darlo en adopción, pero lo que ocurre normalmente en estos casos es que una vez nacido el niño, se arrepienten y se quedan con él.  Además sí hay otra salida: tener el hijo.
- Y que hay con el interrumpir estudios, avergonzar a los padres, no poder criar adecuadamente al hijo, terminar con todas las expectativas en la vida para quedar como una madre soltera, esclava del trabajo y del hogar…
- Cuatro cosas: La primera, un hijo, en cualquier condición, no es un castigo; es un premio, un milagro, una bendición, un graduarse de mujer, un seguro de vida y de vejez, una alegría permanente.  Segundo, los nietos son la felicidad de los abuelos.  Tercero, la sociedad ha cambiado, ahora una madre soltera es considerada como una mujer valiente y digna del mayor respeto sobre todo si sabe esforzarse y sacrificarse en la crianza de su hijo.  Cuarto, sí se puede; se puede terminar los estudios, se puede encontrar una pareja adecuada, se puede construir un hogar con esposo y más hijos, se puede ser completamente feliz.  Claro que esto requiere valor, decisión y esfuerzo.
La joven quedó pensativa, meditando, hasta que llegó su turno y la enfermera la condujo a consulta.  Rato después salió, radiante, con una gran sonrisa en los labios, llegó hasta mí y me abrazó. 
- Voy a tener a mi hijo - me dijo - abráceme fuerte y deme valor, que se lo voy a decir a mis padres.
Me dio un beso en la mejilla.
- ¡Adiós, abuelito, gracias, muchas gracias…!
Y se fue, ligera como un ave, respirando coraje, feliz…
-o0*0o-

1 comentario:

  1. Un relato que emociona por lo intenso, real, cotidiano.Me has aguado los ojitos.
    Un beso

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