25 ene 2012

Y pensar que 20 años no es nada...



Y pensar que 20 años no es nada…

Como dice el tango, volver.  Volver a San Ramón, pequeño pueblo de ceja de selva, sencillo y amigable, cuna de colonos y aventureros, convertido ahora en un emporio, centro comercial de los valles cercanos.
Viví allí hace 2 décadas, como jefe de la Oficina de Tierras de Montaña.  Me encontré con colonos de la sierra que escapaban de las comunidades superpobladas y del abuso de las empresas mineras que los esclavizaban para botarlos, enfermos de los pulmones, de la sangre, por los efluvios minerales tóxicos. Colonos citadinos buscando el dorado, tierras ubérrimas en las cuales hacer crecer su riqueza, hombres con sus sueños a cuestas. 
Llegué con mi esposa, compañera de viaje en esta vida aventurera, y la llevé al mejor restaurante que encontré, en la plaza principal.  Nos sentamos a esperar atención.
Se  acercó con la carta una hermosa mujer, me pareció conocida.  Me miró a los ojos, y empecé a recordarla.  Me puse de pié.
Sin decir palabra, me abrazó fuertemente. Un abrazo largo y silencioso.  Después acercó mi cabeza a la suya y me besó en la mejilla.  Se retiró con lágrimas en los ojos, sin decir palabra.
Mi esposa me miraba sonriente. 
- ¡Caramba! - me dijo - Parece que tienes algo que contarme, ¿no?
Yo estaba emocionado mirando a la mujer que habló con dos muchachas, muy parecidas a ella, probablemente sus hijas, y luego se retiró a la cocina.
- Sí, muñeca – así le decía por cariño -  después te cuento.
Sonrió comprensiva mientras yo, mirando nada, me hundía en mis recuerdos.
En San Ramón, el Alcalde, el Comisario y yo, éramos las autoridades locales.  Reuniones casi diarias en La Oficina, pequeño y acogedor café-bar, donde comentábamos las ocurrencias locales: las aventuras del Padre Sergio  y su mujer la profesora de Pampa Walley,  el gringo Larry y el infarto volando su avioneta, Damián, el español, civilizado por los campas, el turista que desapareció en el Convento (burdel del pueblo), la Gata, pequeña y arisca prostituta que los muchachos llevaban al río…
- Señor, mi mamá les invita esta cena.  Está preparando algo especial para ustedes.
Una de las muchachas se había acercado, preparando la mesa.
- Muñeca, te voy a contar algunas cosas de este pueblo. Primero, el romance del Padre Sergio y Pamela.
- ¿Cómo, un cura con mujer?
- Sergio y Pamela eran algo más que eso.  Pamela era maestra en la escuela, pero también era enfermera.  Cuando llegó el cólera al pueblo, ellos organizaron un pequeño hospital y atendieron con mucho sacrificio a los enfermos hasta que pasó la epidemia. También establecieron y atendían un pequeño asilo de ancianos y un comedor para pobres.  Pamela era la maestra más querida en la escuela y Sergio un sacerdote muy respetado y querido por sus feligreses. Cuando Pamela se fue a vivir con Sergio, el pueblo lo aceptó, y se puede decir que se alegró por ambos.  Cuando la Curia envió a un sacerdote para reemplazar al Padre Sergio, el pueblo se opuso en masa, a tal punto que la Curia tuvo que cerrar los ojos y dejar las cosas como estaban.
- Pero… La Iglesia es muy exigente en eso…
- Te equivocas. En el mundo rural, es muy común ver casos como este. La iglesia, simplemente, cierra los ojos ante una realidad que no puede cambiar.  Como el caso de Damián.
- ¿Quién es Damián?
- Un colono español, amigo muy querido.  Compró una hacienda poblada por nativos campas, con el afán de civilizarlos y convertirlos al cristianismo.
- ¿Y cómo lo hizo?
- No lo hizo.  Fue conquistado por la cultura de los Ashaninkas campas, adquirió sus usos y costumbres, respetó sus creencias y terminó tomando a una campa como compañera.
- Me suena como alguien muy primitivo.
- Todo lo contrario.  Era de una familia noble en España, ingeniero químico, luego oficial de la Marina, aventurero en Brasil y terminó acá como colono.  Teníamos gustos comunes, como la buena lectura, la música clásica, la filosofía…
- Me gustaría saber más de él, parece que tuvo una vida fascinante.
- La primera vez que lo vi fue cuando fui a inspeccionar su predio.  El gringo Larry me llevó en avioneta hasta Puerto Bermúdez.  A medio vuelo, a Larry le dio un infarto, aterrizamos de milagro.
- ¿Murió?
- No, descansó por 3 meses y siguió dando servicio.  Era un norteamericano embrujado, enamorado de la selva.  Quería morir aquí.
- Llegamos a la hacienda de Damián, y allí estaban Sergio y Pamela curando a unos enfermos.  Esa pareja iba donde la necesitaran, eran apóstoles dedicados a desparecer la maldad, la ignorancia, las enfermedades.
- ¡Tienes que llevarme a su hacienda!
- En el pueblo, había un minusválido. Le decían el Peludo.  Era oligofrénico y rengo. Su facha era desastrosa; sucio, mal vestido y con el pelo largo mal afeitado. Pero como zapatero era excelente.  Había heredado el puesto de su padre y aprendido a confeccionar y componer zapatos.  Como era medio tonto, la gente abusaba y le pagaba lo que quería.
También había en el pueblo una chiquilla huérfana, sin hogar que dormía donde encontrara abrigo y comía de limosnas o los centavos que les daban sus abusadores. Le decían la Gata, porque se erizaba como una gata cuando alguien se le acercaba.
- ¿Cómo, era prostituta?
- Los muchachos del pueblo, la llevaban al río y abusaban de ella.  Nadie decía nada, porque eran hijos de gente notable, pero un día, un vecino entró a buscar al Peludo en su casa y lo encontró encima de la Gata, y armó un escándalo.
- ¿Y qué le hicieron?
- Lo sacó a golpes a la calle llamando a otros vecinos. Lo corrieron hasta que llegó frente a mi casa, tropezó y cayó tendido en el suelo.  Allí empezaron a patearlo y tirarle piedras, gritando ¡violador, abusador de niñas!...
-¿Tú que hiciste?
- Corrí a defenderlo.  Lo recogí sangrante, increpé a la gente por su odio. Lo llevé a mi casa y lo tendí en mi cama.  El pobrecillo balbuceaba aterrado, mientras yo fui a buscar ayuda.
- ¿Quién te iba a ayudar en un caso así?
- Sergio y Pamela.  Les avisé y les di la llave de mi casa mientras buscaba al Comisario.  Encontré al comisario en el bar, tomando café con el Alcalde.  Les conté lo ocurrido y me siguieron a la casa.  Cuando llegamos, Sergio me esperaba en la puerta.  Había encontrado a la Gata lavando las heridas del Peludo (ni sus nombres sabíamos), se había introducido trepando la pared del patio trasero y lo estaba atendiendo con solicitud y cariño.
- Pamela está adentro con  la Gata curándole las heridas al Peludo - nos dijo.
- ¿Y que pensaban el Alcalde y el Comisario?
Nos quedamos conversando en la sala.  El Alcalde estaba indignado:
“Ya era hora de acabar con la prostitución callejera”,  el Comisario bufaba: “Hay que darles una lección a estos violadores”.
- ¿Tú que pensabas?
- Yo discrepaba de ambos.  Les dije: “Violadores son sus hijos, ¿es que no saben que es llevada al río por la fuerza y violada por pandillas donde están sus hijos. ¿Cómo que prostituta? La chiquilla no tiene más de 12 años, huérfana desamparada en un pueblo que no tiene compasión ni una autoridad que la ampare!  El Padre Sergio, que había estado escuchando, entró al dormitorio a ver a la víctima.
- Pero Sergio, tan buen cura, ¿no dijo nada?
- Saqué una botella de ron y serví tragos, y luego seguimos discutiendo.  A la media hora, regresó Sergio y nos habló:
- He estado conversando con nuestro zapatero, que se llama Fernando y con la pequeña, que es Carmen.  Fernando es un alma de Dios, fronterizo, oligofrénico, esto es con una inteligencia muy pobre.  También hablé con Carmen, niña huérfana que desde los 7 años ha vivido en la calle, víctima de borrachos y viciosos, alimentándose de limosnas.  Es una niña inteligente y de mucho carácter.  Su relación con Fernando ya es de semanas.  Los dos han confesado que se quieren.  Carmen me pidió que los case. Los he casado, ahora son marido y mujer, para los cuales pido respeto y protección.  Usted Comisario y usted Alcalde, tienen hijos que están en la pandilla del pueblo.  No quiero saber de un abuso más contra esta niña, digo señora, porque los denunciaré ante mis feligreses y sus superiores.
- ¡Fabuloso! ¿Qué pasó después?
- Todo cambió, cuando la gente se enteró de la historia, se encariñaron con la pareja.  Carmen se convirtió en toda una señora, mantenía limpio y bien presentado al marido, arregló su casa, aprendió a cocinar, puso un pequeño expendio de sánguches…  Estaban progresando cuando salí del pueblo.
- ¡Que historia más tierna, me gustaría conocerlos!
- Ya conoces a Carmen, ella es la que me abrazó… ¡No llores muñeca…!

1 comentario:

  1. Tu historia de vida es algo que me atrapa, transitar en tus relatos esta tu vida tan rica en experiencias y vivencias hace que mi admiración crezca en proporción a conocerte.
    Un abrazo en la distancia

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