Y pensar que 20 años no es nada…
Como dice el tango, volver. Volver a San Ramón, pequeño pueblo de ceja de
selva, sencillo y amigable, cuna de colonos y aventureros, convertido ahora en
un emporio, centro comercial de los valles cercanos.
Viví allí hace 2 décadas, como
jefe de la Oficina de Tierras de Montaña.
Me encontré con colonos de la sierra que escapaban de las comunidades
superpobladas y del abuso de las empresas mineras que los esclavizaban para
botarlos, enfermos de los pulmones, de la sangre, por los efluvios minerales
tóxicos. Colonos citadinos buscando el dorado, tierras ubérrimas en las cuales
hacer crecer su riqueza, hombres con sus sueños a cuestas.
Llegué con mi esposa, compañera
de viaje en esta vida aventurera, y la llevé al mejor restaurante que encontré,
en la plaza principal. Nos sentamos a
esperar atención.
Se acercó con la carta una hermosa mujer, me
pareció conocida. Me miró a los ojos, y
empecé a recordarla. Me puse de pié.
Sin decir palabra, me
abrazó fuertemente. Un abrazo largo y silencioso. Después acercó mi cabeza a la suya y me besó
en la mejilla. Se retiró con lágrimas en
los ojos, sin decir palabra.
Mi esposa me miraba
sonriente.
- ¡Caramba! - me dijo -
Parece que tienes algo que contarme, ¿no?
Yo estaba emocionado
mirando a la mujer que habló con dos muchachas, muy parecidas a ella,
probablemente sus hijas, y luego se retiró a la cocina.
- Sí, muñeca – así le decía
por cariño - después te cuento.
Sonrió comprensiva
mientras yo, mirando nada, me hundía en mis recuerdos.
En San Ramón, el
Alcalde, el Comisario y yo, éramos las autoridades locales. Reuniones casi diarias en La Oficina, pequeño
y acogedor café-bar, donde comentábamos las ocurrencias locales: las aventuras
del Padre Sergio y su mujer la profesora
de Pampa Walley, el gringo Larry y el
infarto volando su avioneta, Damián, el español, civilizado por los campas, el
turista que desapareció en el Convento (burdel del pueblo), la Gata, pequeña y
arisca prostituta que los muchachos llevaban al río…
- Señor, mi mamá les
invita esta cena. Está preparando algo
especial para ustedes.
Una de las muchachas se
había acercado, preparando la mesa.
- Muñeca, te voy a
contar algunas cosas de este pueblo. Primero, el romance del Padre Sergio y
Pamela.
- ¿Cómo, un cura con
mujer?
- Sergio y Pamela eran
algo más que eso. Pamela era maestra en
la escuela, pero también era enfermera.
Cuando llegó el cólera al pueblo, ellos organizaron un pequeño hospital
y atendieron con mucho sacrificio a los enfermos hasta que pasó la epidemia.
También establecieron y atendían un pequeño asilo de ancianos y un comedor para
pobres. Pamela era la maestra más
querida en la escuela y Sergio un sacerdote muy respetado y querido por sus
feligreses. Cuando Pamela se fue a vivir con Sergio, el pueblo lo aceptó, y se
puede decir que se alegró por ambos.
Cuando la Curia envió a un sacerdote para reemplazar al Padre Sergio, el
pueblo se opuso en masa, a tal punto que la Curia tuvo que cerrar los ojos y
dejar las cosas como estaban.
- Pero… La Iglesia es
muy exigente en eso…
- Te equivocas. En el
mundo rural, es muy común ver casos como este. La iglesia, simplemente, cierra
los ojos ante una realidad que no puede cambiar. Como el caso de Damián.
- ¿Quién es Damián?
- Un colono español,
amigo muy querido. Compró una hacienda
poblada por nativos campas, con el afán de civilizarlos y convertirlos al
cristianismo.
- ¿Y cómo lo hizo?
- No lo hizo. Fue conquistado por la cultura de los
Ashaninkas campas, adquirió sus usos y costumbres, respetó sus creencias y
terminó tomando a una campa como compañera.
- Me suena como alguien
muy primitivo.
- Todo lo
contrario. Era de una familia noble en
España, ingeniero químico, luego oficial de la Marina, aventurero en Brasil y
terminó acá como colono. Teníamos gustos
comunes, como la buena lectura, la música clásica, la filosofía…
- Me gustaría saber más
de él, parece que tuvo una vida fascinante.
- La primera vez que lo vi
fue cuando fui a inspeccionar su predio.
El gringo Larry me llevó en avioneta hasta Puerto Bermúdez. A medio vuelo, a Larry le dio un infarto,
aterrizamos de milagro.
- ¿Murió?
- No, descansó por 3
meses y siguió dando servicio. Era un
norteamericano embrujado, enamorado de la selva. Quería morir aquí.
- Llegamos a la hacienda
de Damián, y allí estaban Sergio y Pamela curando a unos enfermos. Esa pareja iba donde la necesitaran, eran
apóstoles dedicados a desparecer la maldad, la ignorancia, las enfermedades.
- ¡Tienes que llevarme a
su hacienda!
- En el pueblo, había un
minusválido. Le decían el Peludo. Era
oligofrénico y rengo. Su facha era desastrosa; sucio, mal vestido y con el pelo
largo mal afeitado. Pero como zapatero era excelente. Había heredado el puesto de su padre y
aprendido a confeccionar y componer zapatos.
Como era medio tonto, la gente abusaba y le pagaba lo que quería.
También había en el
pueblo una chiquilla huérfana, sin hogar que dormía donde encontrara abrigo y
comía de limosnas o los centavos que les daban sus abusadores. Le decían la
Gata, porque se erizaba como una gata cuando alguien se le acercaba.
- ¿Cómo, era prostituta?
- Los muchachos del
pueblo, la llevaban al río y abusaban de ella.
Nadie decía nada, porque eran hijos de gente notable, pero un día, un
vecino entró a buscar al Peludo en su casa y lo encontró encima de la Gata, y
armó un escándalo.
- ¿Y qué le hicieron?
- Lo sacó a golpes a la
calle llamando a otros vecinos. Lo corrieron hasta que llegó frente a mi casa,
tropezó y cayó tendido en el suelo. Allí
empezaron a patearlo y tirarle piedras, gritando ¡violador, abusador de
niñas!...
-¿Tú que hiciste?
- Corrí a
defenderlo. Lo recogí sangrante, increpé
a la gente por su odio. Lo llevé a mi casa y lo tendí en mi cama. El pobrecillo balbuceaba aterrado, mientras
yo fui a buscar ayuda.
- ¿Quién te iba a ayudar
en un caso así?
- Sergio y Pamela. Les avisé y les di la llave de mi casa
mientras buscaba al Comisario. Encontré
al comisario en el bar, tomando café con el Alcalde. Les conté lo ocurrido y me siguieron a la casa. Cuando llegamos, Sergio me esperaba en la
puerta. Había encontrado a la Gata
lavando las heridas del Peludo (ni sus nombres sabíamos), se había introducido
trepando la pared del patio trasero y lo estaba atendiendo con solicitud y
cariño.
- Pamela está adentro
con la Gata curándole las heridas al
Peludo - nos dijo.
- ¿Y que pensaban el
Alcalde y el Comisario?
Nos quedamos conversando
en la sala. El Alcalde estaba indignado:
“Ya era hora de acabar
con la prostitución callejera”, el
Comisario bufaba: “Hay que darles una lección a estos violadores”.
- ¿Tú que pensabas?
- Yo discrepaba de
ambos. Les dije: “Violadores son sus
hijos, ¿es que no saben que es llevada al río por la fuerza y violada por
pandillas donde están sus hijos. ¿Cómo que prostituta? La chiquilla no tiene
más de 12 años, huérfana desamparada en un pueblo que no tiene compasión ni una
autoridad que la ampare! El Padre
Sergio, que había estado escuchando, entró al dormitorio a ver a la víctima.
- Pero Sergio, tan buen
cura, ¿no dijo nada?
- Saqué una botella de
ron y serví tragos, y luego seguimos discutiendo. A la media hora, regresó Sergio y nos habló:
- He estado conversando
con nuestro zapatero, que se llama Fernando y con la pequeña, que es
Carmen. Fernando es un alma de Dios,
fronterizo, oligofrénico, esto es con una inteligencia muy pobre. También hablé con Carmen, niña huérfana que desde
los 7 años ha vivido en la calle, víctima de borrachos y viciosos,
alimentándose de limosnas. Es una niña
inteligente y de mucho carácter. Su
relación con Fernando ya es de semanas.
Los dos han confesado que se quieren.
Carmen me pidió que los case. Los he casado, ahora son marido y mujer,
para los cuales pido respeto y protección.
Usted Comisario y usted Alcalde, tienen hijos que están en la pandilla
del pueblo. No quiero saber de un abuso
más contra esta niña, digo señora, porque los denunciaré ante mis feligreses y
sus superiores.
- ¡Fabuloso! ¿Qué pasó
después?
- Todo cambió, cuando la
gente se enteró de la historia, se encariñaron con la pareja. Carmen se convirtió en toda una señora,
mantenía limpio y bien presentado al marido, arregló su casa, aprendió a
cocinar, puso un pequeño expendio de sánguches…
Estaban progresando cuando salí del pueblo.
- ¡Que historia más
tierna, me gustaría conocerlos!
- Ya conoces a Carmen,
ella es la que me abrazó… ¡No llores muñeca…!
Tu historia de vida es algo que me atrapa, transitar en tus relatos esta tu vida tan rica en experiencias y vivencias hace que mi admiración crezca en proporción a conocerte.
ResponderEliminarUn abrazo en la distancia