10 may 2013

Holocausto

Holocausto
(me contaron en un e-mail)




Este es un relato, que una amiga recibió en hebreo y que me conmovió mucho.
Un muchacho religioso iba por la calle que une Bnei Brak con Ramat Gan, si no me equivoco la calle Shabotinski. En uno de los carteles de avisos, le llamó la atención uno de un muchacho joven, enfermo de leucemia que busca con urgencia donantes de médula ósea.
Impresionado, fue a hacerse la prueba  para saber si podía hacer la donación.
Pasados unos días recibió la noticia de que la prueba era satisfactoria.
Fue a hablar con el médico que tenía que hacer el trasplante y le dijo que quería conocer  a la persona que recibiría la donación.
Se encontró con un muchacho laico, simpatizaron en seguida y charlaron largas horas sobre la enfermedad... sobre religión y por supuesto sobre la vida de cada uno. Se sintieron identificados como si se hubieran conocido de toda la vida.
Volvió el muchacho religioso a su casa y le contó a su padre sobre el interesante encuentro que tuvo. El padre escuchó con atención todo el relato y preguntó quién era el muchacho  y de qué familia venía. En el momento que escuchó el nombre del muchacho y el apellido de su padre, dio un grito tremendo y dijo
- ¡¿Quién…  él?!"  Te prohíbo que le dones nada. ¡Sólo sobre mi cadáver! - El hijo se asustó al ver la reacción de su padre.
- ¡Pero papá, es una cuestión de conciencia!
Pero el padre muy enojado le prohibió volver a tocar el tema.
El hijo no entendía que le paso a su padre, entonces fue a ver a su rabino a pedirle consejo. El rabino fue con urgencia a ver al padre, trato de hablarle a su corazón y a preguntarle la razón de su actitud.
El padre le dijo: Honorable rabino, Yo respeto su presencia y por supuesto no lo echare de mi casa, pero si insiste  sobre el tema, seré yo quien salga.
Le contesto el rabino: todo el que salva un alma en Israel es como si salvara un mundo.
El padre no se inmuto, y ante los ojos asombrados de los presentes, abrió la puerta de calle y salió.
El rabino estaba indignadísimo, y le dijo al muchacho: Hay acá un gran secreto y yo lo tengo que revelar
Dijo el joven: Mi padre es un hombre muy reservado, pero cuando toma vino su corazón se abre. Se acerca el seder de Pesaj y por supuesto va a tomar algunas copas, si usted pudiera venir y honrarnos con su presencia, al final del seder puede ser que pueda hablarle a su corazón.
Y así fue que llego el rabino.  Al final del seder, el padre que ya estaba algo entonado por los brindis, se dirigió al rabino y le pidió disculpas por su comportamiento anterior.
- Le contaré porque me negué a que mi hijo le done médula ósea al hijo de esa persona. No tengo duda de que después que me escuche estará de acuerdo conmigo - El rabino escuchó con atención.
- “Yo viví el Holocausto. En el gueto estábamos unos cuantos hombres en una pequeña habitación. Trabajábamos muy duro y no nos daban comida. Mi pequeño hijo estaba con nosotros, pero los alemanes no sabían de su existencia, porque lo escondíamos en el cielo raso de madera de la habitación. Por la noche lo bajábamos, y él salía y, escondiéndose, robaba comida de los alemanes y nos la traía.
La persona de la que hablamos, que ustedes imploran que permita que mi hijo done médula ósea para salvar la vida de su hijo, era especialista en hacer bombas, y eso hacía para los nazis, por eso ellos lo respetaban, y siempre rondaba por el gueto acompañado de dos guardias.
Un día entró a la habitación y con un palo empezó a golpear las paredes hasta que llego al cielo raso, al golpear con fuerza cayeron algunas maderas y también mi hijo, que allí se escondía. Él lo tomo por el cuello, le torció la mano, lo saco afuera cerró la puerta y se oyeron dos disparos. Dos tiros que marcaron mi corazón para siempre.
Ahora dígame respetable rabino ¿cómo puedo perdonar? Mi hijo no salvará a su hijo”.
El rabino, con los ojos llenos de lagrimas se dirigió al hombre y le dijo"
- Yo entiendo el dolor de tu corazón, pero ¿qué culpa tiene el hijo?  Puede ser que aquí haya un dilema que nosotros no comprendemos, pues oscuros son los caminos del Señor.  Y aparte de eso, hay aquí una oportunidad de hacer una gran ofrenda a Dios.  Vamos a hablar con ese hombre.
Después de muchas horas de intentar convencerlo, por fin el padre accedió.
Llegaron a la puerta de la casa y cuando el hombre salió y se cruzaron sus miradas, el padre casi se desmaya de la conmoción. Pero el hombre le dijo:
- “Usted está enojado conmigo durante muchos años.  Toda la vida he esperado el momento de verlo para que sepa la verdad, y el cielo nos marcó el momento para que sea ahora.
Los alemanes querían matar a todos los hombres que había en tu habitación porque supieron que ocultaban un chico. Quise que el daño fuera menor y les dije que yo iba a entrar a matar al chico, para salvar a todos ustedes.
Cuando lo saqué afuera no pude matarlo, pero los guardias estaban junto a mí, por eso tire dos disparos y los maté.  De ahí me escape con el niño y lo llevé a un convento cercano.
Los alemanes supieron que los traicioné pero no podían matarme porque me necesitaban por mis conocimientos en hacer bombas, por eso me torturaron de tal manera que me dejaron estéril de por vida.


Cuando terminó la guerra y sabiendo que no puedo tener hijos, me fui al convento a buscar al niño que dejé. Me lo entregaron y lo crié todos estos años con amor. Ese chico es tu hijo. ¡El trasplante de médula es para salvar la vida de "tu" hijo!”

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