16 dic 2011

Susana y el calzón

Susana y el calzón
Susana era una mujer feliz.  Al año de recibirse de abogada, se había casado con Javier, amigo de la infancia, y abandonando Arequipa, llegaron a Lima donde  tenía un importante cargo en una empresa.  Ella, una muchacha inteligente, consiguió un trabajo de asesoría en la Municipalidad de Miraflores, donde también trabajaba como secretaria su cuñada, Lorena, hermana de Javier, que además era su mejor amiga.
- Se me ha perdido el monedero.
- Debes haberlo dejado en casa querida.
- No Javier, cuando subí al carro lo tenía en la mano.
- Entonces búscalo, debe de estar abajo del asiento.
Susana, se agachó y metió la mano bajo el asiento.  Efectivamente, allí estaba, pero había algo más. Una tela de tacto sedoso, enganchada en algún alambre.  Con cuidado trató de soltarla mientras hacía memoria. Tanteó su forma, los bordados en forma de…¡corazoncitos! ¡Ah, sí!  Era el calzón que se le perdió y le armó un escándalo a Ruperta, su empleada doméstica, creyendo que ella lo había robado.  Seguramente se le cayó cuando se mudó y llevó su ropa en el Volkswagen. Había estado tan apenada de no poder usarlo para impresionar a su maridito… Sonrió, se le ocurrió una idea.  Le haría una broma a Javier que seguía manejando sin imaginarse lo que estaba por venir.  Faltaba poco para llegar a la Municipalidad de Miraflores  y dejar a Susana en su trabajo.
Susana, poniendo el rostro más serio que pudo y fingiendo una rabia e indignación que no sentía, se levantó con el monedero en una mano y blandiendo el calzón como una bandera en la otra.
- ¡Javier, me puedes decir qué significa esto!
Javier miró asombrado la prenda íntima que tenía Susana en la mano.  Se quedó sin habla y milagrosamente se libró de chocar mientras otros conductores le llamaban la atención con las bocinas por los peligrosos tumbos que estaba dando el carro.
Todavía impactado, estupefacto, a duras penas logró estacionar el Volkswagen al borde de la acera, mientras trataba de comprender lo que pasaba.  ¡Un calzoncito rojo, de seda, de fina lencería en su carro, bajo el asiento!  El adoraba a Susana y no tenía ojos mas que para ella y no se le pasaba por la mente la idea de engañarla con otra mujer.  Además, no recordaba haber llevado a ninguna dama a solas en el carro.  Seguramente sus amigos trataban de hacerle una broma.
- ¡Susy, por favor, no pienses mal! Aquí hay un mal entendido.
- ¡Desgraciado!  ¡Yo como una ilusa pensando solo en ti, entregándote todo mi cariño y tú me sacas la vuelta con una cualquiera!
- ¡No Susy, te lo juro!  ¡No te he engañado!  ¡Para mí no existe en el mundo otra mujer que tú!
Susana, que había estado fingiendo, vio a Javier tan conmocionado que se asustó.  -“Si le digo ahora que es una broma, me va a odiar y después no va a tomar en serio mis celos.  Mejor sigo fingiendo” -pensó.  Y sin proponérselo, comenzó a llorar. 
- ¡Te odio, Javier! ¡Dime quién es tu querida!  ¡Cómo has podido hacerme esto!
- ¡No querida, mira, seguramente…!
- ¡No me hables, no quiero saber nada de ti! ¡Adiós!
Bajó del carro dando un portazo, estaban a 100 metros de su oficina, que recorrió a paso ligero, secándose las lágrimas y tratando de callar la risa que pugnaba por salir de su boca.  Se sentía feliz, feliz de tener a Javier y comprobar cuanto la quería, feliz de que un hombre pueda sufrir por su amor a ella.
En la oficina, apenas pudo, fue a buscar a Lorena. -“Voy a contarle la broma que le estoy haciendo a su hermano, como nos vamos a reír, pero…” - lo pensó mejor - “no, no le cuento, todavía voy a hacer sufrir a Javier un poquito más, hasta mañana”. 
- ¡Hola!
- ¡Hola! - Susy, ya averigüé lo que me pediste.  El Kia Picota rojo que tanto nos gusta, vale 13,000 dólares, con un inicial de 3,000 dólares y una cuota mensual por 36 meses de menos de 500 dólares.  Yo creo que Javier puede con lo que gana, soportar esta deuda.  Además tu puedes ayudarle en parte.
- ¡Olvídate Lorena!  Ya le conversé a Javier y me ha dicho que ni piense en que vamos a comprar el Kía, que vamos a entrar a una etapa de sacrificio y ahorrar para comprarnos un depa.  Es tu hermano y lo conoces… tan ordenado, tan planificado… El ya ha ahorrado una parte, aunque el muy desgra nunca ha querido decirme cuanto tiene ahorrado.
- ¡Ay, que pena…! Pero,… ¿y si nos compramos el carro entre las dos?  Como tú eres abogada, hacemos un contrato para manejar el carro tú una semana y yo otra, la gasolina y mantenimiento a medias…
- Podría ser ¿nó?  Vamos a pensarlo.  En el almuerzo conversamos.
El día transcurrió sin novedades, Cuando era las 5 de la tarde, faltaba una hora para salir, sonó el teléfono.  - “¡Qué pesado!, -  seguramente sería Javier insistiendo en hablar con ella.  Ya la había llamado tres veces y las tres había colgado sin querer recibir sus disculpas.
- ¡Aló!
- ¡Aló! ¿Muñeca…?
- Hola papito, que gusto de escucharte, ¿como están por allá, en Arequipa, mamá, mis hermanos…?
- Todos bien hijita, pero tú mamá y yo estamos muy, muy preocupados…
- ¡No me asustes! ¿Qué ha sucedido?
- A nosotros. Nada, pero me llamó Javier contándome lo que ha pasado entre ustedes.  Él jura que es inocente, que algún amigo le ha querido jugar una broma, y me ha pedido consejo.
Susana se asustó.  No había pensado que le broma llegaría tan lejos.  La voz angustiada de su padre, su madre que era tan sensible ¿cómo estaría?  Los dos adoraban a Javier, era su yerno engreído, y el los quería como a sus padres. -“Dios mío, que he hecho?” - pensó.
- No, papito, no te preocupes, yo, yo…
- Hijita, no seas rencorosa.  Aunque sea verdad, tienes que perdonarlo.  Nosotros los hombres somos tontos y las mujeres hacen lo que quieren con nosotros con sus encantos, pero estoy seguro que Javier está arrepentido, cuando me llamó estaba casi llorando.
La cosa se puso peor para Susana, ya no podía dar marcha atrás, tenía que seguir, no podía perdonarlo tan fácilmente, no le iban a creer.
- Papito, no te preocupes, estoy bien y esto se va a solucionar pronto.  Abraza a mamá y dile que la quiero, que no va a pasar nada malo.
- Yo le he aconsejado a Javier que te mime, que te pida perdón y te haga un regalito, te lleve de viaje… en fin, que busque la forma de amistarse porque esto no debe seguir así.
- ¡Ay, papi, no te metas por favor, que esto lo arreglamos entre él y yo!
- Así lo espero, hijita. Cuídate.  Un beso, chau…
- Te quiero, papi. Un besote. Chau…
Quedó pensativa. “Mimarla, pedir perdón, un regalito, viaje… ¡Oh! No había pensado en eso, pero…”.
Cuando fue a recogerla del trabajo, no le habló, se puso seria y fingió estar triste e indignada.  En casa, sin cenar, se encerró en su cuarto - “que sufra un poco, que duerma en el sofá, así nunca se va a atrever a sacarme la vuelta” - pensó, y aprovechó para hacer dieta, aunque se dio un buen atracón con  la caja de bombones que tenía escondida.  Se bañó, se miró desnuda al espejo tomando en poses provocadoras - “que bonita soy, cómo me quiero, vas a ver Javier lo que te voy a hacer cuando amistemos” - pensó, se echó en la cama a terminar de leer esa novelita romántica que la había dejado en ascuas, luego se durmió pensando… mimos, regalito, viaje…
El día siguiente transcurrió igual: Javier implorando, ella negándose.  En la noche, encerrada en su cuarto, oyó sonar el teléfono y tomó el fono para contestar.
- Aló, Susana…
- ¡Hola, Gerardo, como estás!
Gerardo era el mejor amigo de Javier, compañero de palomilladas del barrio, terminaron juntos el Colegio y ahora, de profesionales, mantenían intacta su amistad. 
- Susana, tengo que hablarte de un asunto muy penoso.  Tu me conoces y sabes cómo nos queremos con Javier y que algunas veces nos gastamos bromas pesadas.  Mira, la semana pasada quise hacerle una jugada y escondí bajo el asiento de su carro un calzón, esperando darle un susto cuando lo descubriera.  ¡No me imaginé que serías tú quien lo encuentre, y el lío que se armaría.  Te juro que lo hice sin mala intención, solo como una broma. ¡Perdóname Susana por lo que te he hecho sufrir, fue sin intención, te lo prometo…!
Susana estuvo a punto de soltar la risa. ¿Qué lindo el Javiercito, las cosas que hacía para amistarse.  Pedirle a un amigo que mienta, por él.  Y el Gerardo, que buena gente, pero también lo haría sufrir…
- ¡No te creo!  ¿No lo estás inventando?
- ¡No, Susy, no! ¡Créeme, por favor!
- A ver.  ¿De qué color era el calzón!
- Espera, no recuerdo bien…
Susana se tapó la boca para no reír. Cómo estaría sudando el pobre Gerardo.
- Rosado…
- …
- Negro…
- …
- ¡No, no, ya recordé..!  ¡Rojo!
- Te salvaste por un pelo, pero aun tengo mis dudas.  Voy a prensarlo… Chau.
Se durmió con una sonrisa en los labios.  Era un viernes y los sábados Javier acostumbraba a llevarle el desayuno a la cama.  ¡Pobre Javier!  ¡Durmiendo en el sofá de la sala…!
Al día siguiente, despertó con el aroma de chocolate.  Abrió los ojos y al pié de la cama estaba Javier, con una bandeja con el desayuno, donde destacaban, bajo dos rosas,  dos grandes sobres blancos, ¿qué serían?
- Susy, mi amor, todo ha sido una confusión…, una broma de Gerardo…, yo te adoro y nunca podría engañarte, cariño ¿me crees?
- Sí, Javiercito, pero no sabes cuánto me has hecho sufrir…
- Te traigo un regalito para aliviar tu pena, pero antes…
- Antes, nada.  Ven a la cama, te he extrañado tanto…
El día lunes, Lorena estaba preocupada.  Susana no llegaba al trabajo y era las 10 de la mañana.  Había llamado a su casa y a su celular pero nadie contestaba. Unos minutos después se presentó Susana, radiante.
- Susy, ¿Qué te ha pasado?  ¿Por qué llegas tan tarde?
- Hola, me fui a Máncora en un sex-weekend.
- ¿Qué...?
- Ven, pide permiso a tu jefe por una hora, que nos vamos a tomar un café…
- ¿Estás loca? ¿Qué te está pasando…?
Lorena pidió permiso, Susana ya la estaba esperando en la puerta de la oficina.  La llevó de la mano al lado de un flamante Kia Picota rojo, se subieron los cerrojos y Susana, con las llaves del auto en la mano le ordenó:
-¡Sube!
Lorena, muda de asombro, subió obediente.
- ¡Está precioso, Susy!  ¿Cómo lo conseguiste?
Susana sacó de su cartera el calzoncito rojo y se lo mostró en alto.
- Con esto y dos noches de placer en Máncora.  Un regalo de mi amante.
- ¡Susy, no me digas que te has vuelto puta!
- Casi, casi… Vamos, en el café te cuento…

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1 comentario:

  1. Un juego algo peligroso, una manipulación bien lograda.
    Excelente relato

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